Punto 6. Del Judaísmo

PARA todo hombre ilustrado, la Biblia forma un conjunto cuya ambas partes se responden una a otra. Son indisociables. Una es la preparación, la otra el cumplimiento de la obra divo-humana que se prosigue desde entonces hasta el fin del mundo y debe extenderse hasta los confines de la tierra.

1. El falangista pues no puede considerar el judaísmo actual como una verdadera religión, una alianza de salvación, ni siquiera como la herencia del Israel antiguo y de la alianza mosaica. La Sinagoga quebró esta alianza no queriendo reconocer su realización en Cristo. Y ha sido despojada de las promesas al crucificar a su mesías, su salvador, raza deicida atrayéndose la maldición. El judaísmo actual, deformación pérfida de la antigua religión, no tiene pues ni verdad, ni gracia, ni autenticidad. Al contrario, se ha constituido en enemigo de Dios y de su Iglesia, el Israel espiritual, por la elaboración de la Mishna y del Talmud, escritos rabínicos cuya inspiración es apasionadamente hostil al Evangelio de Cristo.

2. El falangista denuncia el racismo, religiosa y a veces hasta ateo, y la ambición carnal del judaísmo como la inversión la más tremenda del espíritu profético antiguo, racismo soberbio, imperialismo codicioso que ponen constantemente en peligro la civilización y la paz del mundo. Cosa contra la cual la Cristiandad debe defenderse.

3. No obstante, el falangista no es antisemita, hasta rechazar el Antiguo Testamento, hasta excluir de la salvación al pueblo judío o recusar el perdón a cualquiera de sus miembro, porque todos los hombres están llamados a una misma fraternidad en Cristo.

Al contrario, con la Iglesia y en contra del antisemitismo antiguo y moderno, el falangista considera al pueblo judío como un pueblo elegido, marcado con un sello de elección primera, que subsiste disperso en las naciones, como el testigo de la Alianza mosaica y de las promesas mesiánicas, el memorial vivo de la crucifixión de Jesús Nuestro Señor y la señal profética, cuando se convertirá, del regreso en masa de todos los pueblos del mundo al final de los tiempos en la Iglesia de Cristo, Jerusalén nueva bajada de ante Dios.