Punto 3. Contra los impíos, los ateos, los agnósticos

EL falangista no le reconoce ninguna verdad ni valor estética o ética, ningún derecho natural o histórico, a cualquier sistema teórico o práctico como a cualquier organización o poder que niegan a Dios, se oponen a su verdad, a su ley, a sus derechos, y luchan contra su reino en la tierra. Cuán grande sea su respeto a las personas, no puede admitir el desprecio para con Dios.

La presencia de YO SOY entre los hombres desde el principio, y a cada uno desde su nacimiento y hasta el final, es suficientemente cercana y bienhechora para constituir una verdad social, segura y universal, principio de la proclamación pública de todas las autoridades, de sus derechos soberanos y de su ley rigiendo cualquier poder y cualquier persona aún las que los contestan y los recusan.

1. El falangista no pacta con la impiedad de los que reconocen la existencia de Dios mas pretenden no someterse a su ley y recusan rendirle un culto. Cuando eso viene de algún cristiano que ha abandonado su fe, el falangista considera su apostasía como un crimen.

2. No admite el ateísmo, ni individual, ni colectivo, ni estatal. Ve en ello una monstruosidad de inteligencias depravadas y rebeldes a la cual se opone abiertamente, mismo si tuviese que perder la vida. No acepta ninguna colaboración, o tan sólo exterior, con los ateos. Considera como siendo una violencia odiosa e injusta cualquier sumisión debida a patrones, jefes, gobiernos ateos. Lucha contra todas las organizaciones ateístas disque científicas, filosóficas, morales, culturales o ecológicas. Sabe que, sin Dios, los hombres no pueden construir más que Torres de Babel destinadas a la ruina.

3. Recusa el agnosticismo moderno y rechaza el criticismo kantiano que pretende ser su justificación teórica. Si admite la incertidumbre del agnóstico, como una herida o una enfermedad de la inteligencia individual, le recusa todo valor a las epistemologías positivista e idealista que parecen ser su fundamento. El agnosticismo es una regresión espiritual, un mal moral y hoy una plaga social universal.

El falangista manifestará en cualquier ocasión su detestación del kantismo y del hegelianismo; demostrará la falsedad de esas filosofías, la inanidad de las morales que a ellas se agregan; luchará contra el embaimiento inepto de los modernos por este pensamiento alemán, lleno de vana dialéctica con pretensiones idealista o materialista, que ha provocado la ruina mental y moral, política y social del Occidente. Le opondrá para la regeneración de la civilización, la Filosofía perenne de Aristóteles y de Santo Tomás de Aquino. Su teoría del conocimiento, llena de realismo y de intelectualismo equilibrados, es la única que responde a los errores contradictorios del nominalismo, del racionalismo o del empirismo exclusivo. Su filosofía de las naturalezas, a lo más lejos de cualquier monismo materialista o panteísta, distingue asegurado la jerarquía de los seres, de los ínfimos minerales hasta los seres vivos superiores y hasta espíritus puros, situando al hombre a la confluencia  de los dos mundos. Codificación del sentido común, esta filosofía es también el fundamento y el árbitro de las ciencias, físicas, biológicas y humanas como también de las matemáticas.

4. No obstante, el falangista reconocerá que un progreso es posible, aun en ese campo el más elevado de la especulación transfísica. Durante mucho tiempo el pensamiento occidental permaneció demasiado prisionero del idealismo de Platón y del substancialismo de Aristóteles, echando a un lado el valor de los individuos concretos y la importancia de su destino particular tanto como su historia universal. Con la funesta consecuencia de proponer como tema de la ciencia moral al hombre abstracto, la ‘persona humana’, substancia independiente y autónoma ante Dios, luego rival de Dios y rindiéndose un culto a sí misma.

Encontrará, al contrario, en la relación de origen de toda creatura individual a YO SOY quien es su fuente, su razón primera y última de su existencia, de su destino, de su valor. Se maravillará, ante toda persona humana, tan débil sea en apariencia, del hecho que por su única relación a Dios y a la humanidad que unidos lo han llamado al ser, esté enriquecida a la vez con un destino histórico y con una inmortalidad que son toda su grandeza en el mundo y ante Dios.

5. En el haz de sus relaciones constitutivas e históricas a sus padres, a su patria y al mundo, el falangista sabrá reconocer la intención paternal de YO SOY, su Creador, que le ha mostrado así su vocación más personal. En la fidelidad llena de amor a los lazos que lo definen, como en su libre generosidad, creadora de nuevas relaciones, procreadora de nuevas vidas, dará toda su medida, sin rendirse ningún culto a sí mismo, impío y anárquico, mas sirviendo la convivialidad de las creaturas y su comunión con Dios. Esa es para el falangista la verdadera dignidad y valor de cada persona humana, participando así con su servicio a sus cercanos al gran designio de vida y de amor de YO SOY.

Mientras que en el mundo Dios no sea conocido, adorado, amado, servido y glorificado, la humanidad errará desdichada en busca de su alma, de su centro, de su esencial.