Punto 1. En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
El falangista está bautizado en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Católico, de nacimiento o convertido, pero siempre de tradición, porque en el orden de la gracia nadie nace como hijo abandonado, pertenece a la Iglesia romana, por un don de Dios y una voluntad irrevocable.
1. Fiel a este compromiso, el falangista conserva la fe católica, practica los sacramentos, participa a la liturgia de la Iglesia y se somete a los mandamientos en su vida pública y en su vida privada, lealmente y sin respeto humano.
2. El falangista reconoce que su religión es el valor absoluto de su existencia: El camino, la verdad y la vida. Nada puede rebasar, igualar, ni mucho menos contradecir en él el misticismo cristiano, ni la ciencia, ni las artes, ni el poder o los honores, ni el interés o los placeres de este mundo. Cualquier flaqueza a este principio es para él un error o una falta.
3. El falangista es sobrenatural, porque ordena su vida terrestre según la gloria del mundo que está en lo Alto de los Cielos; porque juzga el tiempo presente a la vista de la tradición del pasado en la que aparecieron los misterios constitutivos de la salvación; porque aquí en la tierra no halla una morada permanente sino que espera, después de la muerte y de la historia, el advenimiento de Reino eterno, en plenitud.
4. El falangista desarrolla en sí las virtudes teologales de fe, de esperanza y de caridad; las virtudes morales de prudencia, de fuerza, de justicia y de temperancia. Acostumbra vivir en la paz y la alegría prometidas a los discípulos de Cristo.
Todo su ser pertenece a la Iglesia, y es falangista con honor, con felicidad.