Punto 15. Verdaderos y falsos cristianos

1. ¡El liberal pretende apoyar la apuesta de semejante actitud de fe y opinión, de certitud íntima y de incertitud objetiva, sin relativismo ni escepticismo! Para eso, distingue dos esferas independientes: el campo íntimo de las convicciones religiosas en el que reina una certitud absoluta, y el campo social del pluralismo y de la estricta igualdad de las opiniones, en el que todo es posible, nada es seguro. Como cristiano, el liberal se sabe en la verdad y se muestra fiel a ello; como hombre público, y hasta jefe de Estado, incluso obispo o Papa, concibe que otros creen en otra verdad y estimándolo, a él, en el error, le prohíben cualquier profesión exterior de sus verdad que corre el riesgo de parecer ofensiva para su libertad. No puede sufrir pues que su verdadera religión oprima a los demás, pero soporta verla oprimida por ellos.

2. Para parecer sincero, esta diplopía debe volverse cada día más interior, más profunda. El liberal irá hasta dudar de su fe sin dudar de ella, para ponerse en el lugar de los demás ¡sin dejar de ser él mismo! Esta coexistencia de la fe y de la duda, esta síntesis dialéctica de las contradictorias, es la “fe en busca”, típica usurpación de la “ busca” masónica hasta lo íntimo de la “ fe” cristiana. ¡El alma de un liberal es algo sorprendente!

3. La ciencia y las obras que de ello resultan son conocidas. La ciencia liberal consiste en negar o recusar todas las pruebas apologéticas que, de cerca o de lejos, demuestran la verdad católica. Al contrario esta ciencia manifiesta la mayor credulidad, para no decir la mayor ceguedad, en todo lo que concierne las demás religiones. La ciencia liberal favorece el idealismo, el escepticismo; es un tiro mortal a la inteligencia católica.

La acción liberal no es menos perniciosa. Yendo al encuentro de las fuerzas enemigas, el liberal crítica y destruye, invocando su calidad de cristiano irreprochable y su celo evangélico, cualquier manifestación exterior de la fe, de la certitud, de la gloria católicas, no viendo en ello más que agresiones intolerables hacia la libertad de los demás. Culto público, predicación, simple expresión clara de su fe por parte de los católicos, tradiciones populares, todo le molesta, todo le parece demasiado buscarruidos y triunfalista. Tiene en mente traer de vuelta al derecho común al catolicismo, es decir al nivel de existencia de la más inexistente de las opiniones.

Este esfuerzo para rebajar a Nuestro Señor Jesucristo al nivel de incertidumbre histórica y de insignificancia de Mahoma, Buda, Confucio, se cambia en furor de reforma y destrucción de la Cristiandad en nombre de un evangelio espiritual sin enganche sobre el mundo secular, laico, indiferente. “ El modernismo lleva a la destrucción de toda religión. El primer paso fue dado por el protestantismo, el segundo fue dado por el modernismo, el próximo llevará al ateísmo.” (San Pío X, Pascendi, 1907)