Punto 19. La modificación evangélica

Jesús salvó al mundo de la esclavitud de Satanás y a cada hombre de la carga de sus propias faltas, por la expiación humana y el perdón divino de la Cruz. Constituido así nuestro mediador, nos devuelve la vida y nos abre el Cielo con su sacrificio. Él es el autor de nuestra salvación, y el medio es su Cruz. Nosotros somos sus deudores, sus salvados. Adquirió derechos sobre nosotros, o más bien nos atrae a su amor, a su obediencia.  De ahí le vienen al falangista su devoción al Sagrado Corazón de Jesús y a su Santa Cruz.

1. Son nuestros emblemas, y también es todo nuestro programa. Porque para sus discípulos Jesús ya es el objeto de su adoración, de su contemplación, de su amor y de su imitación. La gloria de Dios brilla sobre su Faz ultrajada, el amor de Dios desborda de su Corazón traspasado, la belleza de Dios está en su conversación, la gracia de Dios está en sus manos. El falangista no piensa en otra cosa sino en imitarlo viviendo como otro Cristo.

2. Esta estética mística se vuelve ética y esta ética, dramática. Encontrar al Padre en el Hijo, es acceder a la gloria por la cruz, buscar la felicidad en la prueba, la riqueza en la pobreza, la vida en el sacrificio y la muerte. Esas son las Bienaventuranzas evangélicas, ese es el misterio revelado de la divina sabiduría “ que es demencia a ojos de los hombres” pero verdad y bendición para los que creen.

La ley de santidad cristiana viene a transfigurar la ley mosaica; que ella misma ya reveló la religión natural y su prudencia carnal. Pero está prometido a aquel que, renunciando a todo y renunciándose a sí mismo, entra en este camino, el céntuplo en este mundo y la vida eterna.