Punto 17. Jesucristo es Rey del mundo

Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Es el Señor, nuestro maestro, nuestro salvador. Esa es la sagrada verdad, absoluta, universal y definitiva, que despiden a la nada cualquier teoría o sentimiento contrarios. Quien lo crea está en la verdad, la vía y de ante mano en la vida eterna. Quien no lo crea está en el error, la injusticia y el camino de la perdición; cualquier tolerancia que se le otorgue por motivo de prudencia y por querer ser caritativo, hace una falta contra Dios, contra la comunidad fraterna y contra su propio bien; no tiene derecho a permanecer en semejante estado, tanto como los cristianos no pueden resolverse a dejarlo así.

1. Jesucristo es rey pues. Esa verdad está demostrada, manifiesta ¡o entonces a Dios nada más no le salieron las cosas! Él es el Único necesario. Toda la belleza de la nueva creación está vuelta visible en él por el ejemplo de su vida. La bondad divina invadió al mundo con la obra sublime de su Cruz. Su reino es la salvación temporal y eterna de la humanidad, y de cada hombre en particular. Con sus infinitas perfecciones, con sus obras de sabiduría y los méritos de su pasión y de su muerte, Jesucristo es verdadero rey del mundo, única esperanza de la familia humana.

2. Pulido por las lecciones del Evangelio, fortificado por la gracia de la Cruz, regocijado por la gloria del Resucitado, el falangista se desea sujeto de este Rey de Gloria. Cristo reina sobre sus pensamientos, sus afecciones, sus empeños y todas sus acciones. A partir de entonces, no quiere vivir sino por él, con él, como él, en él y por él. Y eso, no por propia elección individual arbitraria y revocable, sino por el libre y definitivo agradecimiento personal de la soberana autoridad, por consiguiente del derecho universal y absoluto de Jesucristo sobre toda criatura redimida con su Sangre.

Jesús es Rey de reyes y Señor de señores, con la triple corona, de potencia, de sabiduría y de amor, en virtud de la creación, de la redención y de la santificación de la humanidad. El falangista se forma con entusiasmo al servicio de Jesucristo para que reine sobre toda carne, en el mundo entero por los siglos de los siglos, absolutamente, y que toda rodilla se doble ante él en el Cielo, sobre la tierra y hasta en los infiernos.