Punto 40. La familia, célula de cristiandad
1. Para el falangista, la sociedad humana cristiana no es un agregado de individuos nacidos como hijos encontrados, giróvagas sin tierra ni hogar, comprometiéndose por contrato facultativo y siempre rescindible en la Iglesia de su gusto; es una comunidad de familias patriarcales, dinásticas, profundamente apegadas a una tierra, a una casa, a bienes y tradiciones. Y su fe cristiana es la primera de estas tradiciones, así empeñada en su existencia temporal más concreta.
La continuidad de la vida sobrenatural está ahí asegurada por el ministerio sacerdotal, pero está llevada profundamente por la institución familiar. Cada uno, en Cristiandad, recibe y acepta todo junto la doble herencia del nacimiento y del bautismo, de la vida de la gracia y de la civilización humana, con todas sus obligaciones y sus beneficios indisolublemente atados unos a otros, bienes del cuerpo y del corazón, del alma y del espíritu, tierra, lengua, patrimonio humano y divino.
2. Las familias son en la Cristiandad las primeras y las más estables potencias sociales, de cierto modo soberanas, que toda autoridad está obligada a respetar. Recibiendo de su cura todo el apresto de su vida cristiana, y sin embargo a ellas solas, bajo la responsabilidad del jefe de familia, les acata organizar y llevarla según sus tradiciones. Así pues las escuelas, las corporaciones, las mutuales, los hospitales relevan naturalmente de sus jefes de familia porque toda paternidad viene de Dios.
3. Son la familias cristianas de tradición y de fuerte autoridad patriarcal, unidas, numerosas, quienes, en el centro de las parroquias, son las conservadoras de la fe y de las virtudes, hasta el heroísmo y la santidad. El clero debe no volverse el amo, sino el defensor, el guía y el servidor, porque de ellas vienen las vocaciones sacerdotales y religiosas, las grandes vocaciones misioneras, y la abundancia de las nuevas generaciones de cristianos.