Punto 35. Rumbo al Renacimiento católico mundial

La Iglesia es todo lo divino que hay en el mundo; y todo lo que se halla de divino en el mundo invisiblemente viene a ella y ya le pertenece. La Cristiandad que es su proyección temporal, es la obra santa de Dios en la historia. El incomparable pasado de la gesta cristiana es el signo milagroso de la Alianza universal y eterna sellada por Cristo con su Padre, en favor de los hombres por la salvación del mundo. Todo lo que viene agregarse a ello es inútil e incierto o más probablemente satánico.

El falangista, dejando atrás los errores de nuestro tiempo, encuentra en la Iglesia y en la Cristiandad la dicha del paraíso perdido y recobrado, el sabor de la vida eterna; es el principio del reino de Dios cuyo término es el Cielo.

1. El pasado de la Cristiandad nos sirve de modelo y de regla. Porque ahí Dios realizó lo que quiso y el porvenir no debe cambiarlo sustancialmente sino tratar de perfeccionarlo. Aquel que no ve la belleza, el bien, la verdad de ello, desprecia a Dios, ignora a Jesucristo, se excluye de la Iglesia y traiciona a la Cristiandad. El falangista encuentra ahí sus raíces, se emociona ante esta larga historia y esta gran labor, recoge todas sus enseñanzas, le encanta salvar cualquier rastro de ello.

2. Su presente muestra hombres, pueblos, culturas de tradiciones y valores muy diversos, que el falangista aprecia según el criterio soberano de su fidelidad a la herencia divino-humana de Cristo y de la Iglesia: según su grado de impregnación y de vitalidad cristianas. Las ama y las ayuda tanto más que Dios, Cristo y su Santa Madre se encuentran ahí más honrados, mejor mostrados, más generosamente servidos e imitados de más cerca.

3. El porvenir deber resultar de este culto del pasado y de sus afinidades presentes. Para el falangista sólo es motivo de proseguir esta gesta divina, mismo si hay que deplorar los errores y las debilidades de los hombres que han ocultado la santidad y retardado el crecimiento de la Cristiandad, mas sin turbarse y escandalizarse de las humillaciones, traiciones, persecuciones que Dios ha permitido a lo largo de la historia, para configurar a la Iglesia y a sus santos a los misterios dolorosos de Cristo y de su bendita Madre.

No obstante, en la misma línea, fiel a las tradiciones, el falangista esperar ver con sus ojos las maravillas anunciadas por tantas profecías: el triunfo universal de la Iglesia, la extensión de la Cristiandad a todas las naciones, y el reino de Cristo en la tierra.