Punto 36. La caridad y la misión
1. El falangista pertenece en cuerpo y alma a la Iglesia católica por su entrada en esta comunión visible, jerárquica y fraterna, instituida por Jesucristo, y por su participación espiritual activa a la vida profunda de este Cuerpo místico, que le procura la gracia sacramental en abundancia y los dones íntimos del Espíritu Santo.
Participa a la realidad espiritual, en una medida escondida que depende de las liberalidades misteriosas de Dios y de su respuesta libre: es el orden de la caridad. Participa a la comunidad visible según la disciplina jerárquica, por las funciones que le son confiadas y los servicios que está llamado a dar, es el orden de la misión.
2. Recelosísimo en ser fiel al Espíritu Santo y de justa disciplina consentida a Cristo y a la Iglesia, el falangista se esfuerza en progresar en la caridad por una constante aplicación a la oración, a la penitencia, a las virtudes cristianas y al don de sí mismo que las corona a todas. Pero además, quiere servir a la Santa Iglesia en su justo lugar, en la obediencia a la jerarquía según las funciones que le serán asignadas. Siempre se acordará del primado de la disciplina en el servicio de la comunidad cristiana, pero del primado soberano de la caridad en el reino de los Cielos.
3. La Falange misma debe merecer su lugar en la comunidad jerárquicamente organizada, por su actitud y su entrega; con respeto, con obediencia, se consagra totalmente al servicio de la Iglesia, constituyendo a la vez una sociedad de personas de la orden de la caridad aplicada al progreso de sus miembros.
Pero como la Iglesia parece, en nuestros días, haber caído entre las manos de un partido para el mayor daño de su unidad, de su santidad, de su apostolicidad y de su catolicidad, es cierto que la Falange no debe esperar su misión al servicio de sus hermanos de la buena disposición espontánea de los pastores de la Iglesia. Debe reivindicarla manifestando la ortodoxia de su doctrina, su voluntad de santa caridad y su celo respetuoso de la jerarquía, y su deseo vehemente de ayudar espiritualmente y temporalmente a un mundo en perdición.