Punto 32. Contra el universalismo de Maritain
La impaciencia de las divisiones religiosas del mundo y de los límites tan estrechos de la Iglesia, produce tuertos comparables a la impaciencia de los progresistas por la lentitud de la historia y las imperfecciones seculares de la Iglesia.
1. Para algunos corazones “generosos” modernos, cuyo modelo es Jacques Maritain, la unidad y la catolicidad de la Cristiandad medieval y clásica, todavía ofuscadas y estropeadas por la Reforma protestante, han parecido demasiado estrechas, debido a la demasiada intolerancia, finalmente indignas del Espíritu Santo que, él ¡no se está en un ghetto y que ninguna barrera le obstruye! Preconizan pues “ una nueva Cristiandad” que, para ser más amplia, más abierta, en fin realmente universal, de “ sacra” se haría “ profana”. En vez de ser el Rey de rey, el Señor glorioso, Jesucristo sería en ella el servidor del mundo, incognito. En vez de presidir en ella como “madre y maestra”, la Iglesia se volvería la esclava, proponiendo su Evangelio como levadura discreta, anónima, invisible, en la masa del mundo pagano.
2. Por medio de una “ revolución tranquila”, se cumpliría; esta inmensa mutación querida por el Espíritu, anunciada por los signos de los tiempos, exigida por el mundo moderno. En vez de estar fundada sobre la fe en Dios y sumisa a la Iglesia romana, la nueva Cristiandad estaría fundada sobre la fe en el hombre, base de la civilización moderna, gobernada por una asamblea mundial democrática. El Evangelio de Cristo, traspasado en términos neutros, correspondería al denominador común de todas las ideologías y creencias antaño concurrentes, desde ahora convergentes: la Declaración de los derechos humanos. Desclericalizada, secularizada, la Cristiandad se volverá la Organización universal de los pueblos: SDN ayer, hoy ONU, galvanizando las energías y el sentimiento de la solidaridad por el ideal de una democracia mundial respetuosa de la dignidad, de la libertad y de la igualdad de todos los hombres.
3. El falangista recusa de antemano esta quimera. Resiente la blasfemia, ve la apostasía apenas disfrazada en esta sustitución audaz del culto del Hombre al culto de Dios en el centro y en la cima de esta pretendida nueva Cristiandad. La Iglesia es llevada en pos de su Esposo al destrono: alma de Cristiandad sacra, hela aquí despojada de su cuerpo social histórico y prostituida con amos nuevos en cuya primera fila se reconoce a la judeo-masonería internacional.
Es verdaderamente una aventura oscura y satánica este Humanismo integral de Maritain que, con el Reformismo del Padre Congar, se ha vuelto el segundo motor de la subversión conciliar y post-conciliar del papa Pablo VI y del Concilio Vaticano II.