Punto 44. La extensión del Reino de Dios
“ Vayan pues y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la Historia.” Fiel a la orden de Cristo y movida por el Espíritu Santo, la Iglesia debe predicar el Evangelio en el mundo entero, bautizar a las naciones y enseñarles a poner en práctica los mandamiento y los consejos del Señor. Así tiene ella el derecho soberano y el deber absoluto de introducirse en todos lados y por consiguiente extender la Cristiandad al mundo entero, haciendo que todas naciones sean el reino de Dios. Eso representa tres grandes obras concurrentes, convergentes que los liberales y revolucionarios han opuesto terriblemente unas con otras, que han calumniado y en fin cínicamente traicionado.
1. La misión de los predicadores del Evangelio siempre ha sido y debe permanecer la función y el carisma de un cuerpo de elite en la Iglesia, admirado y consentido por todos los buenos cristianos, ayudado con sus oraciones y con sus bienes, aguerrido para esta tarea apostólica peligrosa en la que domina constantemente el recuerdo del martirio: los misioneros. La caridad del Salvador por las almas que yacen todavía en la tinieblas, los estrecha, como anima al Papa y a los obispos que los mandan a tierras lejanas dándoles todos los poderes para salvar a las almas y ganar las naciones a Cristo.
2. La colonización cristiana es el continuidad normal, en el orden temporal, de la evangelización. Bajo cualquier forma en que se presente, es ineluctable, e incontestablemente providencial, necesitada y llamada por las inmensas necesidades de los paganos accediendo a la vida en Cristiandad, todavía más que deseada por los cristianas venidos de lejos para establecerse entre ellos o para dominarlos. Es un hecho histórico constante, contrario a las quimeras de una falsa caridad igualitarista y subversiva cuyo efecto más claro ha sido destruir las nuevas cristiandades y aniquilar las misiones, asestadas a través de la colonización abominada.
El celo espiritual siempre ha sido precedido, acompañado, seguido por una caridad temporal, personal y colectiva, fundando lazos e instituciones políticas y económicas, impregnadas de espíritu cristiano y en esa misma medida dichosa y bendecida por Dios.
3. La cruzada protege y garantiza la misión y la colonización. Es una defensa de la Cristiandad establecida, es una amenaza para los tiranos que obstruirían el Evangelio y perseguirían a los misioneros y sus nuevos cristianos, está a veces decretada por la destrucción de los poderes perseguidores y esclavistas que prohíben la predicación del Evangelio y la instauración pacifica de las costumbres cristianas, porque hacen que reine un terror sanguinario sobre los pueblos indefensos.
La cruzada cristiana es un derecho sagrado, un derecho de guerra del cual el Sumo Pontífice es el maestro.