Punto 47. Ecumenismo católico: II. Mundo judío, mundo anglosajón

1. La conversión de los pueblos germánicos y nórdicos de su luteranismo, la de los pueblos anglosajones de su calvinismo anglicano, puritano, etc., al catolicismo presentarán dificultades considerables. El libre examen original ha dado lugar a dos actitudes intelectuales absolutamente extranjeras y contrarias a la fe católica, el subjetivismo liberal, que desemboca generalmente en un pragmatismo sin dogmas ni moral, y el idealismo totalitario, fabricando en serie fanatismos ideológicos y colectivismos inhumanos.

La conversión de las naciones protestantes al Credo católico y al orden romano, su inserción en la Cristiandad serán pues dificilísimos. En cambio tendrán efectos decisivos, si se piensa en la potencia terrestre sin igual de esas naciones occidentales. “ Iglesias de Pablo”, como se le ha llamado, tierras de Gentiles sería más cierto, su renuncia  a los errores de los diversos protestantismos y su reunión a las Iglesias de Pedro y de Juan, provocarán una explosión repentina de vida y de misión, presagiando la expansión de la Cristiandad en el mundo entero.

Sin embargo, el lugar que ha tomado el judaísmo y su instrumento de reino, la masonería, en el mundo anglosajón lleva a subordinar esta conversión a la, cuánto más misteriosa, del pueblo judío el mismo a Cristo, su Mesías y su Rey eterno.

2. Porque el drama mayor, el más profundo, el que atraviesa toda la historia, permanece el de la incredulidad judía. Estamos ahí ante un hecho de odio y ceguedad, generadora de todas las Contra-Iglesias, heréticas y cismáticas, pero también un misterio de elección en espera de su cumplimiento final (Rom. 1, 15).

Se tiene doblemente la certeza que la conversión del pueblo judío a Cristo anunciará el triunfo mundial de la Cruz, y sin duda en un tiempo de apostasía general de las naciones –en esas estamos–, porque la nación más dura y la más organizada habrá cesado su oposición, y porque el pueblo judío deberá rendirle a Cristo el testimonio más fuerte, viniendo del más autorizado adversario, el único que tenga el depósito de la verdadera palabra de Dios que, en su perfidia, reivindica como una gloria sin querer entenderla.

3. El falangista sabrá pues combatir sabiamente sin espíritu de conciliación el judaísmo talmúdico, religión anticristo en su esencia, la potencia racial judía, enemiga jurada de la Cristiandad, sin por lo tanto renegar el judaísmo bíblico, fuente primera y garantía indiscutible de nuestra fe, ni recusar al pueblo judío, portador de una inmensa esperanza para nuestra propia salvación y la del mundo entero, cuando llegue su conversión final, según las Escrituras.

Pueblo que no hay que aniquilar sino convertir, y no odiar ni despreciar mas amar y llamar incansablemente a la Iglesia de Cristo, madre de todos los hombres para su salvación.