Georges de Nantes.
Doctor místico de la fe católica
18. NI CISMA, NI HEREJÍA
(1969-1973)
NO había pasado una semana después de la expiración del ultimátum del cardenal Seper, al cual el Padre de Nantes había respondido con su ‘Profesión de fe’, que varios sacerdotes integristas, de los cuales la mayoría está hoy en día olvidada, se daban cita en la casa San José para tratar de jalar al jefe de la Contra Reforma católica en el cisma: según ellos, el Papa estaba depuesto por el simple hecho de la promulgación del nuevo Ordo Missae, que entraba en vigor el 30 de noviembre de 1969, primer domingo de Adviento.
Nuestro Padre trató de mostrarles que hasta admitiendo que el Papa haya sido depuesto por el hecho de la promulgación de una misa herética e invalida, se necesitaba que toda la Iglesia constate y reconozca esta ‘deposición’ por medio de un juicio de la autoridad romana:
“ Pueden argumentar, demostrar, polemicar, formulando una acusación de herejía contra Pablo VI. Pero mientras que el magisterio de la Iglesia no habrá dado una sentencia dogmática, su forma de pensar no será más que la opinión de un teólogo que se puede equivocar. Entonces, es necesario obtener un juicio.”
Todavía veo al Padre Coache que escuchaba sin decir una palabra. De repente, se esclafó: “¿Todavía sigue en esas? Esperar de Roma un juicio para deponer al Papa es propiamente ridículo. ¡No existe! Toda la Iglesia ha naufragado. ¿Cómo va dar un juicio? Nuestro Padre se mató en objetarle que, en ese caso, las puertas del Infierno habían prevalecido, contrariamente a las promesas de Nuestro Señor, pero como si nada. “ Sin inferencia”, repetía el Padre Guérard des Lauriers, es decir sin necesidad de demostrar. Nuestras visitas de la tarde no solamente eran cismáticas más aun heréticas, habiendo perdido la fe en la Iglesia. Inútil precisar que no pasaron la noche bajo nuestro techo.
Nuestro Padre los echo fuera, advirtiéndoles que los combatiría.
MANTENERSE EN ‘LA LÍNEA DE CRESTA’1.
“Creo haber puesto todas mis fuerzas, escribirá nuestro Padre, en luchar contra la herejía hasta el 16 de julio de 1969. A partir del 21 de julio, es en la lucha contra el cisma en la que nos hemos gradualmente empeñado.” Todos esos combates se ordenaban en una línea general con una continuidad impresionante en un mismo servicio de la Iglesia. Por su mismo rechazo a una sumisión incondicional al Papa como a una disidencia, consideradas una y otra como abusivas y profundamente inmorales, nuestro Padre escalaba la ‘línea de cresta’, entre dos abismos: el de la herejía en el que se perdía la Iglesia conciliar, a la izquierda, y el del cisma en el que se precipitaban ahora los ‘integristas’, a la derecha.
Sólo, una pequeña multitud consintió en seguirlo. En efecto, la cuestión de la nueva Misa quebró el impulso del gran movimiento tradicionalista reunido contra el nuevo Catecismo: varios sacerdotes integristas la consideraban inválida, por ello concluían que ya no había Papa ni obispos, entonces estaban libres de celebrar y administrar los sacramentos en plena independencia, para asegurar la supervivencia y el porvenir de la Iglesia.
“ No somos los salvadores de la Iglesia, no dejaba de machacar el Padre de Nantes, es ella quien es ahora y siempre nuestra salvación. No lo veo, pero lo creo de fe segura: la salvación de la Iglesia está hoy, como ayer y siempre, en sus Pastores. Hasta pasajeramente hundidos en el error y el sectarismo de su ‘Reforma’, la gracia subsiste en ellos, indefectible, sin parecer pero lista en resurgir en el día de Dios para la salvación de todos. El desconcierto puede ser grande, el daño para las almas, mortal: Dios no quiere gobernarnos sino por la jerarquía [...]. La Iglesia no está en nosotros, subsiste en aquellos mismos que vemos ocupados en su ruina y que sin embargo creemos, en virtud de su jurisdicción apostólica, portadores de la gracia de Cristo.2”
Semejante fe en la Iglesia reafirmó a muchas almas desorientadas y tentadas de desesperación, hasta su propio maestro y profesor de seminario, el Padre Vimal, que le escribía a nuestro Padre después de la publicación de la Notificación romana: “ Verdaderamente se necesita que la Iglesia sea divina para que sus jefes se hayan finalmente echado para atrás. No lo sancionaron con ninguna pena canónica.”
Después de haber definido doctrinalmente su “línea de cresta”, nuestro Padre estuvo contento en poner sus análisis teológicos a prueba con la práctica de las Iglesias locales y la de Roma. En efecto, habiendo ido a Madrid, y a la Ciudad Eterna, recibió también informaciones de Alemania, Suiza, Portugal y Australia. De ello sacaba pues ‘La lección de las Iglesias’ 3. En todos lados, constataba que el nuevo rito era impuesto por la voluntad del Papa, y aceptado por todos, aunque sin encanto:
“¿Cómo podríamos ser tan insensatos para decidir nosotros solos que esa Misa es inválida cuando toda la Iglesia católica por todos lados en el mundo acepta celebrarla en el cotidiano? [...] Toda la Iglesia no hubiera podido aceptar, aún por obediencia al Papa, un simulacro de Sacrificio... El argumento es categórico: si hoy, por todos lados en el mundo, el conjunto del clero católico celebrara un culto inválido, dándole a los fieles a adorar y consumir más que pan y vino en vez y en lugar del Cuerpo y de la Sangre adorables de Nuestro Señor Jesucristo, y si toda la comunidad católica participara a ese simulacro equivocándose en su fe, entonces las promesas de Cristo a su Iglesia hubieran sido vanas, el infierno hubiera prevalecido y ya no existiría la Iglesia de Dios.”
Se trata de la validez de este nuevo rito como de la legitimidad de nuestra jerarquía: “Consideramos desde hace años a este Papa reformador y a estos obispos reformadores unidos a él como legítimos pastores aunque malos. Y lo mismo con su Misa. Es valida aunque mala, y como esos inventores, sin frutos espirituales. Es necesario tolerarla, como los toleramos. No durará más que ellos. Al sobrevolar nuestros viejos países de Cristiandad, en su estabilidad ancestral, concluía de instinto que la sólida toba de la vida sacramental permanecía, mismo si los tiempos eran malos, y que había que esperar, permanecer fieles al servicio de Dios, soportar el mal y a los malos, no arriesgar lo peor, no obstante ir a lo mejor, sabiendo que el Señor está siempre en medio de los suyos, para sufrir en ellos y resucitar en la gloria.”
De ahí la consecuencia práctica, dictada por una sabiduría sobrenatural: “Minoridad o mayoridad, no podemos tener por programa imponer por la fuerza nuestra opinión, nuestra liturgia, nuestras tradiciones a nuestros padres y hermanos en la fe. Pero, seguros de ser fieles a las verdaderas instituciones y a las voluntades de Cristo, tenemos la generosa ambición de mantenernos en ellas, darlas a amar, en la espera que Dios él mismo devuelva a ellas los corazones de nuestros Pastores descarrilados. 4”
Eso no puede hacerse sino permaneciendo en nuestras parroquias, para conservar el contacto vivo, sacramental, irreemplazable con la Iglesia. Esta posición moderada al mismo tiempo que vigorosa, largamente explicada, era salvadora: iba, por un tiempo, preservar el tradicionalismo del cisma. En Roma, se supo.
LA LIGA DE CONTRA REFORMA CATÓLICA,
CAMINO ESTRECHO DE LA FIDELIDAD CATÓLICA.
Desesperar de la Iglesia, haciéndose para sí solo una capilla, una secta, un cisma, tal era la tentación en la cual un gran número de tradicionalistas cayeron en aquellos años de gran tribulación, desviándose por este hecho del único ‘buen combate’ útil contra la Reforma y el ‘cáncer modernista’ que roía el cuerpo y el alma de la Iglesia. Es lo que el Padre de Nantes llamó la ‘tenia integrista’, que consiste en aislarse y alimentarse en detrimento del organismo. Le hizo a nuestros amigos un deber de consciencia y de caridad de alejarse de ella a toda costa.
“Para llevar hasta a Roma nuestra queja contra la herejía modernista, no necesité más ayuda sino la de vuestra atención y vuestra generosidad ordinarias. He enfrentado solo a la Autoridad suprema y no he sido vencido. Pero para este otro apostolado que consiste en apoyar a nuestros cercanos y conservarlos en la Iglesia, están todos llamados a ayudar. Nos es ahora necesario apoyarnos unos a otros fraternalmente, saber y sentir que no estamos solos. 5”
Es por eso que decidió, en aquella primavera de 1970, de fundar una Liga al servicio de ‘La Iglesia, sólo la Iglesia’ 6. “Pienso que la hora de la Contra Reforma católica ha sonado. Pero es necesario para que sea exitosa, con la ayuda de Dios, que todos aquellos que están llamados a esta obra se empeñen y perseveren en ella hasta la victoria que nos será dada desde lo Alto, la restauración de la Iglesia. ‘Los soldados lucharán y Dios dará la victoria’, decía nuestra Juana de Arco. Para ello se necesitan sabiduría y confianza, puesto que es un servicio sobrenatural que nos es pedido, pero también ánimo y disciplina puesto que es una lucha de hombres.”
En el siguiente boletín, publicaba bajo el título ‘Sabiduría sobrenatural’ un editorial revelador de su amor a la Iglesia y su preocupación de preservar la unidad católica. Le aplicaba el juicio de Salomón a los dos partidos que se arrancaban la Iglesia. Entre los dos, sólo la sabiduría hablando en el corazón de la verdadera madre pudo salvar, por su sacrificio heroico, al niño inocente:
“Aquella misma sabiduría debe inspirar a nuestros amigos, para que permanezcan con ánimo en el camino estrecho de la fidelidad católica. Es una victoria sobre nosotros mismos, sobre nuestras inquietudes y nuestra razón razonante, es una sumisión de nuestro corazón rebelado a la Sabiduría de Dios. Pero es la promesa de su gracia, ¡mensajera de victoria! No tengo mérito en mostrarles ese camino. Me es trazado por el artículo 28 de la Regla bajo la cual vivimos aquí y que es más antigua que nuestros problemas: “Los hermanitos del Sagrado Corazón se amarán todos como los miembros de una misma familia, la Iglesia. Nunca compararán ni opondrán su Orden a cualquier otra comunidad. Una sola existe en su corazón, que las contiene a todas, la Iglesia católica.”
“Si por desgracia se formaba un partido del catecismo de San Pío X y un partido de la misa de San Pío V, esas cosas perfectas y santas, desde entonces ya no nos serían únicamente dadas por la mano de la Iglesia sino separadas de ella, se nos volverían veneno y bebida de muerte. Recusamos ‘el espíritu de cuerpo’ integrista como sufrimos muerte y pasión del ‘espíritu de cuerpo’ reformista que suelda y sindica contra nosotros a toda la cadena jerárquica de los opresores de la Iglesia, desde Cardonnel y Küng hasta Juan Bautista Montini el Reformador que también es nuestro Papa. ¡Odioso espíritu, el espíritu de secta! El único espíritu de cuerpo que inspira la Sabiduría sobrenatural es aquel que nos configura al Espíritu Santo en su único amor por su Cuerpo que es la Iglesia: El Espíritu de cuerpo místico, el único que sea santo.”
Pregunto: ¿en este trágico debate, quién más que nuestro Padre tuvo como herencia ese ‘Espíritu de cuerpo místico’, ese amor a la Iglesia que prefiere preservar la viva unidad social, jerárquica, del pueblo fiel, en vez de reclamar su propia parte? Esa sabiduría está acompañada de una confianza total en Jesucristo, el Rey de los reyes, “entre las manos de quien encomendamos nuestra causa. Es Él, a la oración de su Santísima Madre, quien conservará viva en el corazón de este pueblo engañado y sojuzgado ‘la fe de los viejos días’ 7, es Él en fin quien devolverá el niño a su verdadera madre y cierto no dejaremos un solo instante de pedirle, en nuestras oraciones, con lágrimas, y nuestros gritos subirán hasta Él y hacia su Vicario hasta que, cansados, ¡nos hagan justicia! 8”
¡SI DIOS QUIERE!
“Despertar a nuestros Pastores, conservar la verdadera fe, obra difícil de nuestra CRC! 9” Para apoyar esta obra, además de los artículos de fondo, parecerá cada mes, a partir de la primavera de 1970, una página especial consagrada a la Liga. Las primeras de abril a agosto, pintan el retrato del liguero tal como nuestro Padre lo concebía, precisan los principios fundamentales de su acción y el programa de la orden tercera así creado; las siguientes exponen la crónica regular de sus actividades. Se debería poder reconocer a un miembro de la Liga por un crecimiento de las tres virtudes teologales:
“Una profunda serenidad de la Fe. La adhesión a la CRC acaba con muchas perplejidades y escrúpulos. ¿Cómo conciliar actualmente dos mandamientos de la adorable Voluntad de Dios: conservar la fe, defender la verdadera fe, integral, y permanecer hijos de la Iglesia, sumisos a su jerarquía, nutridos con sus sacramentos? Inscribirse a la CRC, es querer absolutamente esta conciliación, empeñarse en ella y unirse a otros para ayudarse mutuamente [...].
“El segundo beneficio es una nueva fuerza de la Esperanza, que es la alegría en la cruz. Les he advertido que nuestra gran tentación iba ser desesperar de la Iglesia visible jerárquica: ya no creer por no ver nada... La adhesión a la CRC es cierto una fuente de pruebas y renuncias, una cruz. Pero también hay en esta cruz una purísima alegría. La CRC, es, contra toda esperanza, la esperanza en la Iglesia [...].
“Un tercer beneficio de nuestra adhesión es un nuevo ardor de la Caridad fraterna. La idea que todo acabo, imposible, hiela el corazón. Sacar planes de acción grandiosa, hacer grandes teorías, está igual de glacial. A los que me inundan así con vanos proyectos y papeleos, les digo que mejor valdría hacer el menor acto de caridad práctico muy humilde, en su propia parroquia y su propio ambiente. La perfección de nuestra caridad está ahí [...]. ¡Y verán, la acción seguirá, el éxito vendrá, ‘Si Dios quiere’! 10”
Esos actos de Fe, de Esperanza y de Caridad plenamente católicos, a los cuales en 1917 ya el Ángel llamaba a los tres pastorcitos de Fátima, atrajeron frecuentemente en los ligueros un verdadero renacer espiritual o ‘segunda conversión’ vuelto manifiesto por la entrega y el porte de la insignia, en forma de llama, testimonio de la victoria de Cristo sobre sus enemigos predicha por tantas profecías: Los estandartes del Rey avanzan. Era un llamado a la Cruzada. ¡Y ni modo para los gruñones!
“El Corazón y la Cruz. Lo esencial, es la Cruz plantada en pleno corazón. Se eleva, frágil, y atrae al Cielo. Ese símbolo de nuestros Misterios nos es común con todos nuestros hermanos católicos: es el Sagrado Corazón de Jesús y su Cruz redentora [...]. No olvidemos: María, el Corazón traspasado, al pie de la Cruz. Para los espirituales, es la ilustración de la palabra mística: ‘Oh Jesús, ¿existe una alegría más grande que la de sufrir por amor a ti?’ (Santa Teresita del Niño Jesús) Para los apostólicos, es el signo que escogió Carlos de Foucauld, hermano universal, nuestro padre y nuestro modelo. Y para lo militar 11; es aún la insignia de los Vendéens cuyas guerras eran ante todo una movilización general por la defensa de la fe. 12”
Al final del año 1970, la liga contaba mil afiliados. Un primer volante, intitulado ‘Carta a los católicos’ 13 sobre la gran miseria de la Iglesia y la Contra Reforma necesaria, fue impresa a más de trecientos mil ejemplares, mientras que la comunidad ya difundía ciento cincuenta horas de conferencias grabadas por nuestro Padre en cintas magnetofónicas.
En 1971, nuestras hermanas llegaron en el momento oportuno para ayudarnos en esta inmensa tarea.
LA CASA SANTA MARÍA
Antes de 1970, nuestro Padre enviaba a sus hijas espirituales a diferentes monasterios. En los años que siguieron el Concilio, casi todas las congregaciones religiosas recibieron la orden de adaptar sus Reglas y sus costumbres a la reforma conciliar. ¡Hasta al abandono del vestido religioso y la asimilación al mundo salariado! Las religiosas que trataron de oponerse a ello fueron despedidas de su congregación.
Un día, nuestro Padre me dijo: “¿Y si trabajásemos para nosotros?”
Fue así que con ese fin adquirió la casa sita en frente de la casa San José, del otro lado de la carretera, que estaba en venta. La casa ‘Santa María’ había nacido. El hábito de las Hermanitas del Sagrado Corazón fue copiado casi idénticamente al de las Hermanitas del Sagrado Corazón de Montpellier, que nuestro Padre había conocido antes del diluvio conciliar 14, pero que acababan de abandonar su hábito, ¡para ponerse ellas también al gusto del Concilio!
Nuestras hermanas adoptaron la misma ‘Regla provisoria’ que nosotros, los hermanos, siguiéndola bajo la sombra de la casa San José, como en Nazaret la Virgen María vivía bajo la sombra de San José. “Nuestra vida aquí, les enseñaba nuestro Padre, es como la vida en Nazaret, vida de oración, de silencio, de trabajo manual... vida de abyección, pequeña y miserable, de esfuerzos cotidianos, de renuncia a sí mismo. 15”
Fue un largo y difícil aprendizaje, pero que dio sabrosos frutos que nuestro Padre expresaba así después de veinte años de esfuerzos:
“Es bueno que a lado de la Comunidad de los hermanos, exista la Comunidad de las hermanas. Los hombres, entre ellos, se vuelven rudos; después, cuando encuentran a mujeres, están tentados. Mientras que ahí, los hermanos están acostumbrados a una presencia femenina. Eso es muy útil para lo material: eso nos alivia mucho. Pero también, eso nos muestra el fervor, el entusiasmo y la dulzura femeninos. Eso les es muy necesario a los hombres. Sin embargo, hay que ser prudentes y vigilar, ¡pero es una gracia!” (Jueves 4 de octubre de 1990)
“Lo que levantará a la Iglesia, escribía nuestro Padre en 1969, será la obra propiamente religiosa de ‘revitalización’ del tejido aún el de la sociedad cristiana en la que vivimos, la obra de la santificación de las almas. Las manifestaciones, la polémica hablada o escrita no serían más que ruidos de platillos sin esa obra positiva, constructiva, de larga duración, silenciosa, más exigente y difícil que toda otra [...]. Nuestra comunidad monástica y misionera es una obra larga, austera, sobrenatural, es nuestro esencial. La Contra Reforma es su guarda flanco; más ruidosa, la única conocida por la muchedumbre, nos absorbe en este momento pero es secundaria en importancia y de necesidad pasajera. 16”
La CRC pasará, pero nuestra vida de comunidad permanecerá.
MAÑANA, ¡VATICANO III!
Mientras que en la primavera de 1971 los integristas refractarios proseguían su batalla de la Misa, sembrando en todas partes la cizaña como los ‘archiapóstoles’, el Padre de Nantes movilizaba a los miembros de la Liga de la CRC para una acción de otra forma más fecunda, realizando una jira de conferencias sobre el tema: ‘Mañana, Vaticano III’.
La idea de un Vaticano III (tercero), algunos la habían dado a conocer a partir de 1964 17 con burla, tal el cardenal Suenens, como el anuncio de su victoria definitiva, concluyendo las conquistas de Vaticano II. Nuestro Padre acepto el reto en la época. Volvió a él en 1971: “¿Quieren un Vaticano III, y definitivo? ¡Entonces que vengan, y serán pulverizados! No por nosotros, non nobis Domine, non nobis, sed Nomini tuo da gloriam. Tal gloria manifestará la sola potencia de Dios actuando en su Iglesia, con o sin nosotros, qué importa. Pero será el más hermoso de los milagros, que Dios salve a su Iglesia por su Iglesia misma. 18”
“Queremos, agregaba, que pronto sea un verdadero y gran Vaticano III que se despida con entusiasmo del cadáver podrido de Vaticano II.” Nueva premonición del tercer Secreto: “ El Santo Padre cruzó una gran ciudad a mitad en ruinas [...], rezaba por las almas de los cadáveres que encontraba en su camino.” Esos ‘cadáveres’ son aquellos de los cuales San Juan escribe a la Iglesia de Sardes: “ Conozco tus obras, te creen que estás vivo, pero estás muerto.” (Ap 3,1)
Estando en París el 11 de mayo, dos días antes de la conferencia de lanzamiento de esta campaña, “había ido aquella mañana a rezar a la rue du Bac, cuenta el Padre de Nantes. Por gracia, llegué ahí al mismo tiempo en que entraba la estatua peregrina de Nuestra Señora de Fátima que debía ir el día siguiente a Pontmain. Indecible tristeza al ver como había sido recibida clandestinamente en París, sin flores ni veladoras, ni cantos, ni muchedumbre. Toda ceremonia prohibida por las autoridades locales, se decía. ¡Qué miseria! ¡París cerrado a su Reina!
“Y después hubo nuestro 13 de mayo. Tras un vibrante Credo di dos horas de conferencia sobre la necesidad de preparar Vaticano III, como vendrá y se hará eso. 19”
Bajo la misma condición ‘clandestina’ que la Santísima Virgen, el año de 1971-1972 será consagrado por la Contra Reforma al estudio de los Actas del concilio Vaticano II. Esa inmensa labor de doctrina, llevada con una inteligencia y una alacridad sin par, inició con la gran reunión pública de la Mutualidad del 14 de octubre de 1971, juntando a más de 3 500 personas, público caluroso, informado, capaz de seguir tres horas de exposiciones teológicas y de suscribir plenamente a la doctrina CRC.
Aquel año de estudios fue cerrado el 11 de octubre 1972, para el décimo aniversario de la apertura de ese funesto Concilio que había empeñado a la Iglesia en un mal camino: “¿Quiere decir que preconizamos un simple volver atrás? No. Recobrar en la intersección de 1962 la verdadera dirección, sí, pero para meterle y recuperar el tiempo perdido. Las cuestiones debatidas son nuevas, al menos en parte, y nos constriñen a resolver dificultades que los Ancianos no conocieron. Nuestro catolicismo tendrá así progresos teológicos e institucionales que hacer; en ello encontrará su carácter, su forma propia, para el siglo veinte, pero en la continuidad de las épocas y de las generaciones. ¡No queremos ‘volver’ a Vaticano I, ni al concilio de Trento ni al de Nicea! Queremos que Vaticano III decanté Vaticano II, aísle y elimine su veneno. Queremos que Vaticano III salve la Tradición, y la mayoría de las tradiciones con las que la Iglesia vivió tan bien durante siglos. Pero marcará así un progreso y definirá las formas del catolicismo de hoy. La Iglesia saldrá de esta formidable prueba, como siempre, más bella y más fuerte, más santa y más conquistadora que nunca. 20”
UN KEIYGMA CONQUISTADOR.
Es precisamente para responder a esa necesidad de progreso que, a partir del año siguiente, nuestro Padre emprendió sus ‘Mutualidades’ 21 mensuales, que asegurará durante veinticuatro años ¡para un público asiduo y entusiasta! Primero un punto de actualidad política y religiosa cada mes y, en segunda hora, un curso magistral de teología kerigmática, dogmática, positiva, moral, de metafísica, de historia de Francia, de apologética científica, bueno: con que reconstruir “ la gran ciudad a mitad en ruinas ” que se ha vuelto la Cristiandad, diez años después del Concilio. A la manera del profeta Jeremías, enviado para “ arrancar y destruir, perder y destruir”, pero también “ edificar y plantar” (Jr 1,10).
“La teología de nuestra época, explicaba el Padre de Nantes, debe ser kerigmática. La predicación (Kerugma) de la Palabra de Dios, hoy, es el anuncio franco, brutal, paradoxal, de la Salvación evangélica sin la mediación racional, universal e intemporal de un sistema filosófico, en la particularidad de las situaciones humanas y de las preguntas que se hace aquel que escucha y que, interpelando, a su vez se encuentra interpelado y apresurado en responder a esta Palabra que trastorna su existencia y su proyecto. 22”
Dios, nuestro Padre Celestial, ¿acaso es el Dios del Orden, o el Dios de la Revolución? “No se trata de buscar una solución bastarda que le agrade a los dos partidos, un compromiso demagógico. Se trata de sacar a los adversarios, cada vez que eso sea posible y justo, de sus estrecheces en las cuales unos y otros encierran indebidamente el ‘kerigma’, es decir la totalidad de la Revelación entregada a la Iglesia por los Apóstoles y fielmente, integralmente transmitida por su Tradición. La Iglesia a hecho eso diez veces, contra todas las herejías y al mismo tiempo contra las iras sectarias de los que se oponían a ellas contradictoriamente. Es lo que Bossuet llamaba ‘mantener los dos extremos de la cadena’ 23.”
El Misterio de Yo soy, el Dios de Moisés se cumple en la ‘Revolución’ de Jesús que se hizo pobre para revelar ese misterio a los pequeños y derrocar el orden establecido por Satanás; una nueva visión del hombre resulta de ella, al igual que una ‘política’ que la encarna en la historia, a fin que todo sea instaurado, restaurado por la Iglesia en Jesús crucificado y resucitado. Sí, nuestro Padre no teme decirse ‘revolucionario’, no a la manera de las revoluciones de nuestra era, impías y anticristos, sino “de la Revolución de Jesús, la única que siga cambiando la faz de la tierra hasta que vuelva. Y soy conservador, agregaba, para conservar, proteger, amplificar ese milagro de la naturaleza y de la gracia del cual la humanidad tiene derecho a esperar todavía mil maravillas. 24”
¡Era genial! y muy según el espíritu de San Pío X, “ faro del siglo veinte”, que precisamente quería “ instaurar todo en Cristo ”. Es bajo su patronado y a la luz de sus enseñanzas que se siguieron año tras año las ‘Mutualidades’ mensuales, ante un público atento de quinientas a seiscientas personas.
¡QUÉ SAN PÍO X JUZGUE ENTRE NOSOTROS!
A aquel que le decía: “prefiero seguir al Papa y a los obispos en vez que a un sacerdote rebelado”, el Padre de Nantes respondía: “¡Tiene usted mil veces razón! Si nada lo contradice claramente en su fe ni en su conciencia, debe usted obedecer y seguir al Papa y a su obispo. Pero si, un día, su fe, su conciencia moral se subleva contra las enseñanzas o directivas de sus Pastores, deberá buscar como aclararse. Y si, viendo claro, constata que usted piensa y siente con la Iglesia de todos los siglos y de todos los países, en el sentido contrario de los novadores de hoy, Papa u obispos, entonces tiene usted el deber de unirse a la Contra Reforma. Es obedecer a Dios. Porque nosotros rechazamos las novedades heréticas, de donde sea que vengan, pero finalmente permanecemos católicos sumisos a los obispos y al Papa en su Magisterio infalible y su justo gobierno de las almas. 25”
Para ilustrar su conciencia, basta con leer ‘La religión católica de San Pío X y la utopía de S. S. Pablo VI’ 26 que nuestro Padre presentó en sinopsis, donde se ve el gran proyecto del papa Pablo VI identificarse con el del Sillon (el Surco) condenado por San Pío X:
San Pío X
“ Esta fue la época del plus grand Sillon (el Surco más vasto). Se llamó para la construcción de la ciudad futura a todos los obreros de todas las religiones y de todas las sectas. Sólo se les exigió abrazar el mismo ideal social, respetar todas las creencias y aportar una cierta cantidad de fuerzas morales. Es cierto, se proclamaba, ‘los jefes del Sillon ponen su fe religiosa por encima de todo. Pero ¿Pueden negar a los demás el derecho de beber su energía moral allí donde les es posible?’ 27”
Pablo VI
“Se trata de construir un mundo en el que todo hombre, sin excepción de raza, de religión, de nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente humana, liberada de las servidumbres que le vienen de los hombres y de una naturaleza insuficientemente controlada. 28”
Y todavía más:
“En esta comprensión y esta amistad mutua, en esta sagrada comunión, debemos de la misma manera empezar a obras juntos para edificar el porvenir común de la humanidad. 29”
Con el espíritu de profecía que Dios da a los grandes Pontífices, San Pío X ya denunciaba la Reforma y la Revolución que predicaría, cincuenta años más tarde, Pablo VI discípulo de Sangnier:
“ Cuando se piensa en todo lo que ha sido necesario de fuerzas, de ciencia, de virtudes sobrenaturales para establecer la ciudad cristiana, y los sufrimientos de millones de mártires, y las luces de los Padres y de los doctores de la Iglesia, y la abnegación de todos los héroes de la caridad, y una poderosa jerarquía nacida del cielo, y los ríos de gracia divina y todo lo edificado, unido compenetrado por la Vida y el Espíritu de Jesucristo, Sabiduría de Dios, Verbo hecho hombre... cuando se piensa, decimos, en todo esto, queda uno espantado de ver a los nuevos apóstoles esforzarse por mejorarlo con la puesta en común de un vago idealismo y de las virtudes cívicas. ¿Qué van a producir? ¿Qué es lo que va a salir de esta colaboración? Una construcción puramente verbal y quimérica, en la que veremos reflejarse desordenadamente y en una confusión seductora las palabras de libertad, justicia, fraternidad y amor, igualdad y exaltación humana, todo basado sobre una dignidad humana mal entendida. Será una agitación tumultuosa, estéril para el fin pretendido y que aprovechará a los agitadores de las masas menos utopistas. Sí verdaderamente se puede afirmar que “Le Sillon” se ha hecho compañero de viaje del socialismo, puesta la mirada sobre una quimera. [30]”
La conclusión se impone:
“Pío X fue canonizado primero por la pureza de su doctrina y su fuerza de alma en defender la fe católica. Sigue siendo el gran doctor de la fe en el siglo veinte.
“Entonces Pablo VI será declarado un día anatema principalmente por la razón de su utopía del Masdu ya condenada. Es el gran corruptor de la fe en el siglo veinte. 31”
EL PRIMER ‘LIBER ACCUSATIONIS’.
El 16 de enero de 1973, el Padre de Nantes era el invitado de la emisión ‘Radioscopie [32]’ de Jacques Chancel 33: “Un flujo de cartas, de ciento a ciento cincuenta al día hasta al fin del mes, me ha permitido hacer una radioscopia a mi vez del pueblo de Francia. Sondaje cualquiera. No conté más de veinte carta furiosas sobre mil, las demás extraordinariamente conmovidas de gente satisfecha de haber oído a un sacerdote según su corazón. 34”
Pero rezar, suplicar, gemir por la liberación de la Iglesia, sufrir por ella y para ella, ya no bastaba. Al término de su estudio preparatorio a Vaticano III, el Padre de Nantes decidió una última diligencia: “Es menester ir a Roma para amonestar al Papa en persona de la herejía, del cisma, del escándalo de los cuales es, él, el autor primero y responsable. Iremos, a pesar de nuestra indignidad evidente, solamente sorprendidos que tantos otros, que todos los otros, llenos de sabiduría y de ciencia, de virtudes y de santidad, no se hayan levantado antes que nosotros, no hayan sido escogidos y enviados por Nuestro Señor de preferencia a nosotros. 35”
Era su misión, en decir verdad aplastante. El 27 de marzo de aquel año 1973, cuando nuestro Padre había celebrado con emoción el veinticinco aniversario de su ordinación, fray Gerardo le confiaba a nuestros amigos, en una carta:
“Nuestro Padre termina hoy la redacción de la primera parte de su Libelo, sobre la herejía personal del Papa. Terrible. Esas cincuenta primeras páginas bastarían ellas solas para mostrar claramente la responsabilidad de Pablo VI en la agonía de la Iglesia. Los capítulos ‘cisma’ y ‘escandalo’ serán más breves: los hechos hablan por sí mismos, sin necesidad a más comentarios.
“Pero los hermanos y yo, atestamos que es con lágrimas que nuestro Padre ha compuesto este escrito. La magnitud del trabajo que realizar, la abundancia y la variedad de los documentos que consultar y que citar lo han hundido en la angustia, y por ello este excelente Padre pareció perder un poco no sólo la sonrisa, sino hasta el sueño y la salud. Sin embargo, con la ayuda de Dios, con la oración de los hermanos y las hermanas y de todos ustedes, nuestros buenos amigos, la obra se concretó y ya se eleva como un monumento de verdad, para el honor de Dios y de la Iglesia amada, nuestra Madre.”
En principio, este Libelo era un recurso ‘del Papa al Papa’, como San Bernardo él mismo había dado el ejemplo de ello frente a de Inocente II, es cierto para una simple cuestión disciplinaria: “¿Quién me hará justicia contra vos? Si tuviese un juez ante el cual pudiese llevaros, ya os hubiera mostrado lo que merecéis. Está por supuesto el tribunal de Cristo, ¡pero ni pensarlo en llamaros ante él!... Es pues ante aquel a quien le fue dado de juzgar ahora a toda la Cristiandad a quien recurro. Apelo de vos a vos mismo para sentenciar entre vos y mí. 36”
Desde el primer Concilio del Vaticano (1870), el dogma de la infalibilidad pontifical, cuidadosamente definido en sus exactos límites, ofrece a todo feligrés la posibilidad de apelar del Papa prevaricador al Papa infalible: “ Diga dónde está la Verdad de Dios y donde está la herejía, el cisma y el escándalo, diga solemnemente y creeremos en vuestra Palabra. 37”
Es así que el siguiente 10 de abril, un Libro de acusación era llevado a Roma por nuestro Padre rodeado por unos sesenta amigos y delegados de la Liga de Contra Reforma católica, representando una ‘Legión romana’ fortificada por la adhesión de más de cuatro mil firmas.
Su título es por sí mismo un acto de fe católica explícito:
“ A nuestro Santo Padre el papa Pablo VI, por la gracia de Dios y la ley de la Iglesia, Juez soberano de todos los fieles de Cristo, queja por herejía, cisma y escándalo, con respecto a nuestro hermano en la fe, el papa Pablo VI.”
El tono era dado desde las primeras líneas:
“Santísimo Padre,
“¿Quién soy yo para elevarme contra Su Santidad y pedirle Justicia en contra de Sí misma? Yo no soy nada y usted es todo. Lo poco que era, hace diez años, cura de campo, ya ni eso soy [...]. ¿Cómo me atreveré a elevarme contra Usted? [...]. ¿Dónde encontraré la audacia y el derecho de quejarme de Usted a Usted mismo, a la faz de toda la Iglesia? Santísimo Padre, en la fe, en la esperanza y en la caridad que el Espíritu Santo derrama comúnmente en las almas fieles. 38”
Doscientas treinta citaciones justificaban esa severa amonestación, y al centro la acusación principal versando sobre la proclamación de la libertad religiosa y del ‘culto del hombre’, el 7 de diciembre de 1965, clausura del Concilio, “en presencia de todos los obispos del mundo, inatentos, cómplices, hechizados, yo qué sé. Pero la Santa Iglesia no puede, no podrá nunca subscribir a semejantes propósitos [...]. Nuestra Acusación capital versa sobre su liberalismo y su culto del Hombre que declara blasfematorios, heréticos, cismáticos y, para decirlo todo, apóstatas.
“La decisión está entre sus manos. Sigue siendo el Vicario de Jesucristo en la tierra. Juzgue usted mismo y, si he mentido, excomúlgueme. Sabe que no miento. Si dije la Verdad, ¡excomúlguese de esta Comunidad santa que usted ha traicionado! 39”
“Estaba con el Padre de Nantes, cuenta Jacques Mourot, secretario general de la Liga, entre los sesenta que bajaron hacia la Puerta de bronce el 10 de abril; con él nos topamos con la barrera de policías, así como fuimos expulsados el 11 de abril de la audiencia pública en la que el Santo Padre no quería vernos. ¡Pero fíjense! nunca me sentí más Romano, más católico romano que en esas horas dolorosas. Es en todo nuestro ser que nos sentíamos en nuestro hogar en Roma, y que la Reforma conciliar y papal nos parecía al contrario insólita, extranjera en esos sitios, en nada romana ni católica. 40”
El teólogo de la Contra Reforma católica en el siglo veinte no había obtenido como respuesta del papa Pablo VI más que una barrera de policías en civil y de carabineros armados prohibiéndole el acceso de su palacio. ¡Qué prueba de debilidad y aún más de culpabilidad!
“Eso dicho, he aquí el drama: el Papa no nos ha recibido. Única y absolutamente porque no quería recibir el Libro [...]. Aceptar el Libro y abrirlo, era perderse sí mismo. El artificiero, si no puede quitar el cebo de la bomba, será matado por ella. Pablo VI no tiene ninguna curiosidad de saber lo que contiene ese Libro. Lo sabe por toda la materia de mi proceso en el Santo Oficio entablado contra mí, por petición mía, de 1965 a 1969. Y sabe, por el desarrollo de ese proceso, a que conclusión desembocaría el suyo, ¡si acaso fuese abierto! 41”
EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Y EL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA, SALVACIÓN DEL MUNDO.
Sin embargo, el Vaticano guardaba silencio. ¡Después de varias semanas de espera, nuestro Padre quiso voltearse hacia el Cielo a fin de cumplir con “su deber hasta el final”! Decidió que, el 1º de julio, en la fiesta del Sagrado Corazón y de la Preciosísima Sangre, nos consagraríamos al Sagrado Corazón de Jesús, “último recurso en estos tiempos de angustia”, a fin que “Él nos diera fuerzas, a lo mejor dominantes. Y mismo si no lo eran, al menos habríamos dado un paso hacia la santidad. De todas formas, no le cambiaríamos nada más a nuestra doctrina: mejor morir que tergiversar. 42”
De ese modo nuestro Padre consagró las casas San José y Santa María al Sagrado Corazón de Jesús, incluyendo en esta consagración el Corazón Doloroso e Inmaculado de María y el Corazón justo y prudente de San José:
“ No pedimos para nosotros una suerte diferente este año de la que nos has dado hasta hoy. Aunque nuestra miseria sea extrema y que las desgracias de la Iglesia nos sean apenas soportables, queremos con gusto, que tantas penas duren todavía, al menos para nosotros, todavía todo un largo año sin cambio si tal es el designo de tu sabiduría. Nos esforzaremos en conservar la fe, la esperanza firme, una ardiente caridad, y crecer en piedad, regularidad, mansedumbre y buena cara con todos, espíritu de renuncia y sacrificio, cada uno según la medida de nuestra gracia y de vuestra voluntad, con todas nuestras fuerzas.”
Extendía a toda la Liga, el 18 de octubre, en la aula magna de la Mutualidad, esta consagración al ‘Sagrado Corazón de Jesús, salvación del mundo’ 43:
“¿Acaso es necesario, Señor Jesús, que tiemble la tierra sobre sus fundaciones, que la Iglesia esté como en ruinas y el trono de Pedro quebrantado, es necesario que nuestras Patrias estén al borde del abismo y precipitadas en un torrente de corrupción, que la amenace la Tercera Guerra mundial? [...].
“ Oh divino Corazón de Jesús, ten piedad de nosotros, perdónanos, santifícanos. ¡Haz de nosotros los soldados de tu glorioso combate, los servidores de tus altares, los devotos y propagandistas ardientes de tu culto a fin que los corazones cristianos por fin se vuelvan a ti! 44”
En noviembre de 1973, la edición italiana del Libro de acusación estaba lista, principal y primeramente destinada al clero romano, “en vista de proseguir nuestra empresa legal y canónica, jerárquica, eclesiástica, contra ‘el ídolo del invasor instalado en el templo’ esta funesta Reforma de la Iglesia lanzada por Vaticano II y llevada por Pablo VI a un ritmo de infierno” 45. Nuestro Padre fue pues a Roma con fray Gerardo para distribuir el Libelo “a todos los cardenales y todos los sacerdotes de Roma, pero también para información, a todos los miembros de la Curia romana. 46”
En diciembre, escribía:
“¿Qué hacer, qué esperar? Hemos emprendido todo lo que era humanamente posible, y continuaremos [...]. Es cierta, la palabra de Arquímedes y es para nosotros –¡como ya lo era para Santa Teresita del Niño Jesús!– un rayo de luz encendido: ‘Dame un punto de apoyo y moveré al mundo.’ Nuestro punto de apoyo claro está, es Dios. Y la palanca, con la cual nos es pedido y prometido hoy todavía de levantar al mundo y de preparar su salvación, es la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. 47”
“Un buen cristiano, una buena familia católica, mejor aún, una nación, mejor, la Iglesia por su jerarquía y en toda su masa, cuando decidirán entregarse al Corazón de Jesús y consagrarse a Él al grado de rendirle un culto público, en esta conversión total hecha por amor, todas sus ideas de humanismo, liberalismo, laicismo, socialismo, democratísimo, que les son otra religión, contraria, abominable, se derretirán con el calor del Amor. 48”
El año siguiente, el 19 de octubre de 1974, una nueva reunión era organizada, en el aula magna de la Mutualidad en París, bajo la égida de Nuestra Señora de Fátima, último recurso: ‘Por una nueva Cristiandad bajo el signo de Fátima’. Al final, por medio de un telegrama dirigido a Pablo VI, el Padre de Nantes reclamaba la publicación del ‘tercer Secreto’, “el Secreto de María al mundo, para que el Año santo sea un año de conversión, oración y penitencia a fin que las almas se fortifiquen para la prueba que viene” 49. El año de 1975 sería en efecto un año jubilar.
El Santo Padre se hizo el sordo, ¡pero no Nuestra Señora! Porque Ella conservaba en reserva el elegido de su Corazón Inmaculado, nuevo San Pío X para la liberación y la purificación de su Iglesia.
(1) Nuestro Padre utilizó esta imagen topográfica para ilustrar la especificidad de la posición CRC, “in medio ecclesiae”, cuidando no caer en el abismo integrista ni en el abismo progresista conciliar, es decir ni cisma ni herejía. Pero no se trata de un estado fijo e inerte. Es una línea de conducta, un camino que le pide a cada discípulo rectificar su andar, según los eventos, siguiendo con confianza al primero de la fila, es decir a nuestro Padre y fray Bruno. “Nuestra CRC encuentra la riqueza y la fecundidad inagotable de nuevas síntesis permaneciendo en ‘línea de cresta’, la de la ‘sabiduría sobrenatural’, que acerca y ajusta sin cesar experiencia y fe, dogma e historia.” Febrero de 1975.
(2) CRC n° 25, octubre de 1969, p. 12.
(3) CRC n° 30, supl. Pascua de 1970, p. 1.
(4) Ibíd. p. 3-4.
(5) CRC n° 30, marzo de 1970, p. 4.
(6) Éditorial de la CRC n° 30, marzo de 1970.
(7) Alusión a un viejo cántico francés en honor al Sagrado Corazón de Jesús.
(8) CRC n° 31, abril de 1970, p. 1-2.
(9) CRC n° 40, enero de 1971, p. 2.
(10) CRC n° 35, agosto de 1970, p. 13.
(11) Alusión a las tres categorías de la orden tercera: espiritual, caritativa y apostólica, militar –servicio de orden–, propuestas a los miembros de la Liga (cf. CRC n° 32, mayo de 1970, p. 13).
(12) CRC n° 36, septiembre de 1970, p. 13.
(13) CRC n° 33, supl. junio de 1970.
(14) Cf. Lettre à mes amis n° 39, julio de 1958.
(15) Lectura espiritual en consideración de las hermanas, 19 de octubre de 1973.
(16) Carta confidencial del 8 de diciembre de 1969, CRC n° 27, p. 17.
(17) Lettres à mes amis n° 186 del 15 de octubre de 1964, p. 1 et n° 188 del 12 de noviembre de 1964, p. 4.
(18) Conferencia del 14 octubre de 1971, CRC n° 50, p. 10.
(19) CRC n° 45, junio de 1971, p. 12.
(20) Conferencia del 14 de octubre de 1971, CRC n° 51, diciembre de 1971, p. 7.
(21) Nombre que se le dará a las conferencias mensuales del Padre de Nantes, debido al nombre del auditorio: La Mutualité – La Mutualidad. Sala que se encuentra en el 5º arrondissement de Paris.
(22) CRC n° 63, diciembre de 1972, p. 7-8.
(23) CRC n° 73, octubre de 1973, p. 4.
(24) Ibíd. p. 7.
(25) Cena-debate en el Lutétia (Hotel-restaurant de París) del 3 de febrero 1972, CRC n° 54, marzo de 1972, p. 5.
(26) CRC n° 47, agosto de 1971.
(27) Lettre sur le Sillon, 25 de agosto de 1910, n° 33.
(28) Populorum progressio, n° 47.
(29) Discurso a los representantes de las religiones no cristianas en Bombay el 4 de diciembre de 1964.
(30) Lettre sur le sillon, nos 38-39.
(31) CRC n° 47, agosto de 1971, p. 13.
(32) Emisión de radio de tendencia liberal muy conocida en Francia, ya que eran entrevistadas los grandes personajes de Francia. Nuestro Padre fue entrevistado a fin de exponer su posición en la Iglesia, lo que hizo evitando las trampas puestas y respondiendo con todo su espíritu tradicional que no teme la novedad. Esta entrevista tuvo un gran éxito.
(33) La grabación de esta Radioscopie, que tuvo mucho eco, está disponible en la maison Saint-Joseph (A 18), o en nuestra página internet. La grabación es en francés.
(34) CRC n° 65, de febrero de 1973, p. 15.
(35) CRC n° 64, enero de 1973, p. 1.
(36) Epístola 213.
(37) Liber I, p. 4.
(38) Liber I, p. 3-4.
(39) Ibíd, p. 21.
(40) CRC n° 74, noviembre de 1973, p. 1.
(41) CRC n° 68, mayo de 1973, “ La lección de Roma”, p. 2-3.
(42) Sermón de junio 1973.
(43) CRC nos 74-75, noviembre et diciembre de 1973.
(44) CRC n° 74, supl.
(45) CRC n° 68, mayo de 1973, p. 4.
(46) Cf. CRC n° 75, diciembre de 1973, p. 13.
(47) Ibíd. p. 3
(48) CRC n° 75, diciembre de 1973, p. 9.
(49) CRC nos 86-87, noviembre y diciembre de 1974.