Punto 71. Como terminan las democracias
En el siglo precedente, Carlos Maurras había establecido que no se podía poner a un país, durante mucho tiempo, aun rico y sabio, en peligro de guerra y de invasión, en guerra civil, social y religiosa, al pillaje y al almoneda, en sujeción administrativa y burocrática, sin que muera de ello. ¡O que se rebele, se levante y derribe la República! “ De Demos a Cesar”. Entonces llega la dictadura. Hay varios tipos de dictadura. Una sola puede ser buena, la dictadura de salvación pública, todas las demás son falsas o catastróficas.
1. Las falsas dictaduras se dicen democráticas y en secreto son plutocráticas. Cuando el régimen está demasiado comprometido, un gran movimiento popular o militar, o religioso, amenaza con barrer el lugar y restaurar un régimen nacionalista. Muy a menudo el banco mayor, tomando la delantera, escoja un “ hombre providencial” al que le financiará su partido, le ayudará a dar el golpe de Estado, apoyará la dictadura, y de quien obtendrá en cambio el respeto de las posiciones adquiridas y de las fortunas hechas. Esas dictaduras ordinariamente le salen muy caro a la nación, de Bonaparte a Carlos de Gaulle, o la menosprecian y la debilitan, de Napoleón III a Thiers y a Giscard. Está demostrado que las oligarquías de banco y de industria como el personal republicano ganan muchísimo dinero porque quedan extrañamente ahorrados de todo daño.
Esas falsas dictaduras están expuestas a los caprichos de la opinión que subvenciona el Dinero. Su caída es igual de turba que su ascensión.
2. Las dictaduras revolucionarias se dicen democráticas y son, por serlo en verdad, totalitarias. A la revolución armada por el extranjero ninguna república democrática resiste; todo banco es imponente ante las ametralladoras que no ha financiado.
Cual la toma del poder comunista en veinte países del mundo. Siempre es el crimen mayor de alta traición de las democracias burguesas, de llevar con los ojos abiertos a las naciones que menosprecian y que pillan a este infierno, a este Gulag sin esperanza. Qué importa que la doctrina sea un materialismo dialectico o un racismo, o un fanatismo musulmán, o el culto de un dictador divinizado. A medias o totalmente loca, la dictadura conduce al aniquilamiento de toda verdadera religión, civilización, paz social, y a la salvajez humana pero hoy científica: absoluta.
3. Hoy en día, otro fenómeno viene agregarse al análisis de Maurras. Nuestros pueblos están tan intoxicados por la democracia que ya nada permite ponerla en duda. La sucesión de los escándalos financieros, la incuria de los gobernantes, los engaños de las promesas sociales, en vez de conducir a los pueblos a recusar la democracia, los conducen a reclamar más, sumiéndose así hacia la anarquía. El objetivo de la democracia ya no se define como la busca del interés general por los representantes del pueblo, puesto que éstos están completamente desconsiderados, pero como la defensa de los derechos individuales contra vientos y mareas, sin ninguna consideración de las realidades políticas, internacionales, económicas. Ser demócrata, es exigir la libertad de expresión, un trabajo para todos, indemnidades sociales, etc. Es necesario multiplicar los debates públicos abiertos a todos, internet sería para ello el fórum ideal.
Con ello llegamos a la destrucción total del orden social y político trayendo consigo una ruina económica y un regreso a la barbarie, de la cual sólo una “sorpresa divina” podría salvarnos por medio de una dictadura de salvación pública.