Punto 46. Ecumenismo católico: I. Oriente y Occidente

La Iglesia latina es incontestablemente el lugar de la fe y de la vida cristianas las más universales, tanto por su doctrina y por su santidad multiforme que por su aplicación a las realidades temporales y su extensión en el mundo entero.

1. La primera etapa de un renacimiento y de una expansión cristianas no es concebible sino por la “ reforma en su cabeza y en sus miembros” de la Iglesia romana infestada por los demonios de la Reforma y de la Revolución. Para que por fin los hombres de Iglesia se reformen ellos mismos según el Espíritu Santo de la Iglesia, renunciando a reformar la santa Iglesia según su espíritu propio completamente infectado de modernismo y de progresismo. Es de Roma que debe venir la señal de esta conversión. Es en Francia, hija mayor de la Iglesia, lugar que ningún pueblo le ha quitado, que este llamado debe primeramente ser oído, para de ahí pasar a las naciones católicas europeas, latinas, cuya expansión colonial y civilizadora han hecho de ellas los grandes instrumentos de Cristo Rey en el mundo.

La Contra Reforma Católica en el siglo XX trabaja a este renacimiento de la verdad y de la santidad desde hace veinte años.  De antemano ha definido las exigencias dogmáticas y ha reflexionado con cuidado y atención sobre los medios canónicos. Es menester y basta “ que Dios nos dé un buen papa católico”, con el espíritu de los santos papas Pio nono y Pío décimo. Pero sería bueno que este regreso se haga con solemnidad y con la extraordinaria infalibilidad de otro Concilio, un Vaticano III reparador, para que a la enormidad del error y de la anarquía responda el inmenso esplendor de la santa unidad, de la apostólica catolicidad romanas, proclamadas y restauradas.

Entonces, la Iglesia latina engendrará espontáneamente, como durante todos los siglos de su larga historia, una multitud de santos, de sabios y de héroes. Inmensas regiones de la tierra, todavía paganas o musulmanas, africanas, latino americanas, quedarán por ello atraídas poderosamente a la luz del Evangelio.

2. La segunda etapa será el regreso a la unidad romana de los Orientales cismático gracias a su pleno y sincero reconocimiento de la supremacía del Papa, y su reconciliación con sus hermanos árabes, griegos, eslavos que permanecieron valerosamente unidos a la Sede de Pedro. La tan bella y rica tradición oriental, paralizada durante casi un milenario por la desafortunada separación de Constantinopla de la Iglesia universal, volverá a la Madre común, enriqueciéndola con esplendores místicos, litúrgicos, monásticos, de “ la Iglesia de Juan”, pero recobrando en “ la Iglesia de Pedro y Pablo” la vida y la irradiación apostólica.

Volverá a encontrar su verdadero lugar en el concierto del ecumenía romano y difundirá su obra de conquista misionera del Oriente, según la promesas de Nuestra Señora de Fátima, tras “ la conversión de Rusia”.