JUAN PABLO II
Apoteosis del Anticristo

EL abate de Nantes presentó una denuncia contra el papa Juan Pablo II, en vida de éste. La denuncia era « contra nuestro hermano en la fe Karol Wojtyla por herejía, cisma y escándalo ». Las razones de esta queja se exponen en el « libro de acusación » entregado a la Santa Sede, 13 de mayo de 1983, dirigido a « nuestro Santo Padre el Papa Juan Pablo II, por la gracia de Dios y la ley de la Iglesia, juez supremo de todos los fieles de Cristo ». « Esto se hizo en conformidad con el Canon 212, 221 y 1417 del Código de Derecho Canónico ». Sin embargo, las autoridades se negaron a examinar e incluso recibir esta acusación. Obviamente, si era objetivamente falsa, infundada o insostenible, la « beatificación » de Juan Pablo II, programada para el 01 de mayo 2011, pondría fin a la controversia, de manera indirecta.

Pero en la catastrófica situación actual de la Iglesia, los hechos y las estadísticas confirman diariamente el pronóstico y el análisis presentado en Roma en 1983, así como también lo confirman, las consecuencias ya entonces previsibles de los errores doctrinales recriminados a Juan Pablo II por el abate de Nantes. Por ello no es posible considerar la dicha beatificación de otro modo que como un abuso de poder, un golpe mediático, un evento monstruoso que dentro de unas pocas semanas reanimarán « la atmósfera de la época de Juan Pablo II en las inmensas celebraciones jaleadas por la asistencia de grandes masas populares, reunidas tanto en los jubileos como en las beatificaciones, que durante los veinticinco años de su pontificado, han jalonado los fines de semana de la Ciudad Eterna » (La Croix, del Lunes, 17 de enero 2011). Pero que fueron sin ningún provecho para la Iglesia, y por consiguiente para la salvación de las almas.

« En la pequeña capilla de San Sebastián, en la nave lateral derecha de la nave de la basílica de San Pedro en Roma, ante el altar central, los obreros andan por estas fechas muy afanados. Es que el tiempo pasa : todo debe estar listo para recibir en un par de semanas, los restos del Papa polaco... » No de otra manera, los obreros también se afanaban en la Plaza Roja, en otras épocas, en el montaje del mausoleo de Lenin...

Nuestro Señor nos advirtió : « Se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, que harán grandes señales y prodigios que engañarán, a ser posible, aun a los escogidos ». (Mt 24, 24-25). Por esa razón, la Iglesia siempre ha considerado que el examen doctrinal de los escritos del « siervo de Dios » era la primera condición para la validez de su beatificación. El reconocimiento de un milagro sólo interviene para confirmar el juicio ya establecido sobre la fe y otras virtudes en grado heroico. Ahora bien, el examen de las enseñanzas de Juan Pablo II – ¿pero lo ha habido ? – ha ignorado las acusaciones del abate de Nantes, reanudadas por nosotros los Hermanitos y Hermanitas del Sagrado Corazón, en un memorando que se entregó el 6 de agosto de 2005, al postulador de la causa de Juan Pablo II, y que por supuesto quedó sin respuesta (Ha resucitado Nº 38, septiembre de 2005, p. 5-20).

Si estamos equivocados, deberían decírnoslo alto y claro !

El mundo entero celebra con gusto « una beatificación fuera de lo normal de un Papa excepcional » (La Croix, 17 de enero). Fuera de la regla de la fe, nadie puede agradar a Dios. ¿Pero cómo declarar « beato » a un hombre que no tuvo la fe católica ? Pues es la misma fe católica que está en cuestión, gravemente atacada y grande es el peligro de condenación, aterrador aun,... para los jueces como también para las partes que se personan en este juicio. ¿Cómo un Papa que ha gozado de una « fama de santidad » aparentemente universal, pudo dejar la Iglesia en un estado de « ruina » sin precedentes ? El escándalo de la pedofilia es el signo más evidente, como también la crisis del Instituto de los Legionarios de Cristo, cuyo fundador, el P. Marcial Maciel disfrutó hasta el final de la amistad y la confianza del pretendido « beato ».

Las causas de esta asombrosa ceguera se pueden resumir en una simple proposición : Juan Pablo II tenía fe en el hombre. Esto dio lugar a una desviación de la esperanza cristiana, en su mente y en la mente de las multitudes que lo vitoreaban en pro de la utopía de un mundo nuevo aquí abajo, causando así un enfriamiento trágico de la virtud de la caridad en la Iglesia.

Un superior religioso de Roma observó a propósito del asunto del P. Marcial Maciel lo siguiente : « Nunca un fundador religioso llegó a tal hondura de perversión. Pero como el carisma de una congregación se basa siempre en la persona de su fundador, ¿cómo podría reconstruirse ella sobre unos cimientos tan pervertidos ? » (La Croix de Lunes, 04 de enero 2011).

Podemos aplicar estas palabras a toda la Iglesia, « gran ciudad medio en ruinas », reducida a este estado por el reinado, durante un cuarto de siglo, de un Papa innovador al que el abate de Nantes, acusó de traicionar a Cristo y de convertir Roma en la sede del Anticristo, pero sin recibir ningún mentís de la autoridad ni tampoco la refutación de ningún teólogo.

EL CULTO DEL HOMBRE

Continuadamente, Juan Pablo II no dejó de predicar su « fe en el hombre » hasta el punto de sustituir con ella la Fe en Jesucristo. Por ejemplo, comentando la respuesta de Jesús a Pilato « Sí, yo soy Rey. Yo nací y vine al mundo para dar testimonio de la Verdad. Quien es seguidor de la Verdad escucha mi voz » ; JPII comenta : « Cristo es rey en el sentido de que, en su testimonio de la verdad se manifiesta la « realeza » de cada ser humano, como expresión del carácter trascendente de la persona. Esta es la exacta herencia de la iglesia » (« No tengáis miedo, diálogo con André Frossard », 1982, p. 225)

Pero nosotros, decimos que esta afirmación es la reivindicación propia del Anticristo. Ya que contradice formalmente la Fe católica según la cual la Verdad de que da testimonio Nuestro Señor Jesucristo se refiere a Dios su Padre y a El mismo en su única, sagrada, inviolable e inaccesible Santidad, es decir, se refiere a su propia « trascendencia » como Hijo único de Dios, único Rey del universo y Salvador de todos los hombres.

La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo de Dios hecho hombre, objeto de nuestra fe, es reemplazada, por parte de Juan Pablo II, por la persona humana, su dignidad trascendente, su realeza. Es un tema constante del pensamiento de Karol Wojtyla. Ya había despojado de su realeza a Nuestro Señor Jesucristo en el retiro predicado ante Pablo VI en 1976 : « El oficio real de Jesús, no consiste en ejercer la autoridad sobre los demás, sino que consiste primero en manifestar la realeza del hombre. Esta realeza está inscrita en la naturaleza humana, en la estructura íntima de la persona ». (Signo de contradicción, p. 176)

El hacer de cada hombre un rey, lleva a ignorar la relación de amor y gracia que Cristo quiere establecer con cada persona humana, llamándola a entrar en la Iglesia Católica. Según Juan Pablo II, ya no necesita Jesús ganar las almas una tras otra, cada una con su especial vocación, sino que « por su Encarnación el Hijo de Dios, de alguna manera, se ha unido Él mismo con cada hombre ». Al citar, a cada paso, esta declaración del Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes 22, 2), por ejemplo en la Encíclica Redemptor Hominis, Juan Pablo II cita la frase introducida por él mismo en el esquema conciliar siendo arzobispo de Cracovia.

Se buscaría en vano el fundamento de esta doctrina en la Sagrada Escritura o en los Padres de la Iglesia. La ausencia de condiciones para la unión de todos con Cristo lleva a afirmar esta unión concedida a todos los hombres, independientemente de su religión.

En Redemptor Hominis, Juan Pablo II trató de dar una base bíblica para esta afirmación, que es el núcleo de esta encíclica, recordando « la incisiva expresión de San Juan en el prólogo de su Evangelio » : « » El Verbo dio a los hombres el poder de llegar a ser hijos de Dios » » ¿A quiénes ? A todos los hombres, por el mero hecho de la Encarnación, repite el Papa cuatro veces, ¡falsificando el texto inspirado ! De hecho, la cita completa de San Juan es : « A todos los que le recibieron les dio el poder de hacerse hijos de Dios, aquellos que creen en su nombre » (Jn 1, 12), es decir a aquellos que creen íntimamente en su origen y en su misión a « El que no fue engendrado ni por las sangres, ni por la voluntad de la carne, ni por la voluntad del hombre sino por Dios. » (Jn 1, 12)

Juan Pablo II confunde la naturaleza y la gracia, la vida humana y la vida divina, al estar ambas, « de alguna manera », unidas, según él, en todos y para siempre, como él afirma inequívocamente en el número 14 de la Encíclica : « Cristo está, de alguna manera, unido al hombre, a cada hombre, sin excepción alguna, incluso si no es consciente de ello o no lo quiera. »

Esta naturalización de lo sobrenatural ha dominado todo el pontificado de Juan Pablo II. Ello le llevó a organizar el encuentro interreligioso universal de oración, de ayuno y de marcha silenciosa por la paz mundial, el 27 de octubre de 1986 en Asís.

El Papa Benedicto XVI, se dispone a celebrar el veinticinco aniversario de este evento yendo él mismo, en octubre, « en peregrinación a la ciudad de San Francisco, invitando a unirse a esta caminata a nuestros hermanos cristianos de diferentes credos, a los representantes de las tradiciones religiosas del mundo (¡sic !) e, idealmente, a todos los hombres de buena voluntad, con la intención de hacer memoria de este gesto histórico querido por mi predecesor, y renovar así el compromiso solemne de los creyentes de cualquier religión para vivir su fe religiosa como un servicio a la causa de la paz. ¡Quien está en camino hacia Dios no puede dejar de transmitir paz, quien construye la paz no puede dejar de acercarse a Dios. » (Benedicto XVI, Ángelus, sábado 1 de enero de 2011)

Estas palabras son una reiteración de las de Juan Pablo II que el abate de Nantes considera « equivocadas, ofensivas para Dios vivo y verdadero, de quien no está permitido burlarse ». Ofensivas también para Su « Hijo, Cristo, Jesús, el Jesús de la historia y de la Iglesia, crucificado por los Judíos, rechazado por los musulmanes, despreciado por los budistas, ignorado por los paganos » y ofensivas también para Su Espíritu Santo, Espíritu de pura Verdad y de Amor puro, de amor fraterno y de perdón, conservado únicamente en y por la Cristiandad, aunque esto les pese a los soñadores mundialistas.

« Pero todo eso es malo y hace mal a millones de almas, muchísimas de las cuales han ganado, secretamente, por su fe y caridad, convertirse en templos del Espíritu Santo y miembros invisibles del Cuerpo Místico de Cristo. Porque tantos elogios engañosos a la oración talmúdica, islámica o sintoísta, y al yoga o zen, a la pipa de la paz del Gran Manitou, o a la adoración del ligam (lo escribo en hindi por respeto a mis lectoras), o a la serpiente, o al Sol o al Fuego... tantos falsos elogios a los representantes, conscientes e informados, de todas las falsas religiones del mundo, laboran en contra de la predicación del Evangelio de la liberación que traería la salvación de cientos de millones de personas, y la santificación dichosa de miles de ellos, ya justificados, hambrientos de las magnificencias de la Eucaristía, del culto de la Virgen y de los santos y de todos los tesoros, ignorados por ellos, de la Revelación divina, de los sacramentos de la Iglesia, del orden y de las virtudes de la Cristiandad ».

« ¡Cuan culpable y miserable y qué cómplice de Satanás es un Papa que habla con un lenguaje propio de una cosmovisión tan falsa y engañosa, tan propia en verdad del anticristo ! » (CRC n° 230, febrero 1987, p. 10)

fray Bruno de Jésus
Ha resucitado ! n° 102– Febrero 2011