Punto 53. ¡Todos sois hermanos, tenéis un solo Padre!

El falangista considera la fraternidad humana universal como una posibilidad, un derecho, una esperanza, y por ende un deber.

1. La fraternidad universal está fundada sobre la unidad de la especie humana, que atestigua del origen común de todos los hombres, según los datos de ciertas filosofías y las hipótesis científicas las más probables, unidad anterior a toda inigualdad de raza y de civilización, como a toda diversidad de lenguas y costumbres. El género humano forma una familia, proviniendo según la revelación, en acuerdo con la razón filosófica y la mayor probabilidad antropológica, de una única pareja. Es por eso que Dios, que es propiamente hablando el Creador, puede ser llamado analógicamente, o metafóricamente, el Padre de todos los hombres, dando por su voluntad providencial a su fraternidad natural un carácter sagrado, un valor moral de verdad, de bondad y de bellezas ideales.

2. No obstante esta fraternidad ha sido recusada, violada, destruida por los rechazos y los crímenes de los hombres, consecuencias funestas del pecado original, su primera rebelión contra Dios su Padre. Sin embargo esta fraternidad no deja de ser un deber natural, subsiste en toda su extensión y toda su verdad, aun si su observancia parece heroica en nuestro mundo quebrado y hasta a menudo imposible sin el auxilio de lo Alto.

3. Pero si los demás hombres renuncian a ello para acomodar sus religiones, sus filosofías y sus leyes a sus pasiones y a sus costumbres fratricidas, los cristianos proclaman que JESUCRISTO por su Cruz ha destruido todas las barreras de la soberbia, del egoísmo y del odio, reconciliando a todos los hombres con Dios, que se revela en él y por él verdaderamente su Padre, y así los reconcilia entre ellos, absolutamente a todos, en virtud de su común adopción de hijos de Dios.

Así pues la fraternidad humana universal, admirablemente constituida por el Creador y fundada sobre la unidad de naturaleza y la comunidad de gracia y de justicia originales, restaurada de manera todavía más admirable por Cristo, está ya alcanzada en derecho por todos los hombres, en espera de ser vivida en hecho por ellos en la Iglesia por medio de la fe.

4. Por consiguiente, con la Iglesia, el falangista no puede más que estigmatizar y condenar toda ideología y todo sistema político que preconiza el racismo y toda forma de elitismo filosófico, religioso o moral, y que, con la inigualdad de los individuos y de los pueblos o de las razas, concluyen que hay una diferencia de naturaleza, de fin último y de ley moral, los sobre-hombres siendo llamados al saber, al poder y a la posesión, los sub-hombres, estando entregados a la esclavitud y al anonadamiento. Cual el nazismo, esencialmente anticristiano, con su germanismo exagerado y su antisemitismo frenético, su racismo inepto con pretensiones científicas y su moral nietzscheana. Cual el comunismo marxista-leninista-estaliniano, la más espantosa barbarie totalitaria de todos los tiempos, que traspone el racismo biológico en lucha de clases, en la que la dialéctica histórica hace que la supresión de los estorbos sea la condición de la felicidad futura de la humanidad.

Al contrario, el falangista se hará, según la palabra y el ejemplo del Padre de Foucauld, “ el hermano universal.” Su Política no es un campo separado de su fe. Será benéfica para sus hermanos en la medida en que esté dichosamente concertada con la misión de la Iglesia que es la de cumplir la obra de Redención realizando esta fraternidad universal por la cual Cristo murió. Renueva así los lazos con el ideal de la cristiandad que es la única que haya provocado un progreso real de la humanidad, como lo atestigua nuestra historia.