Punto 100. En la espera de la hora del triunfo

En la espera de la hora del triunfo del Corazón Inmaculado de María y de la “sorpresa divina” que le devolverá a nuestra nación un jefe de Estado soberano,

1. La Falange, primero, trabaja a la conversión católica del país, de sus elites, conversión que, por ser sincera, debe llevar al odio de la Revolución, a recusar la democracia, a la aspiración de los corazones y de los espíritus hacia la monarquía. ¡Qué primero la gente de Iglesia deje de dañar a la patria por sus compromisos, sus adhesiones y finalmente su herejía política, su apostasía, substituyendo el hombre a Dios en todo campo temporal!

Y eso ya será la mitad del trabajo, porque quien tiene a la Iglesia consigo está seguro de vencer.

2. Si es necesario y si ella dispone de los medio por la voluntad de Dios, cuando llegue el momento, la Falange, se formará en Liga, en movimiento heroico, nacionalista y jalará a la lucha política legal por la conquista del poder, predicando en un “ complot en pleno día” la salvación nacional y humana contra los partidos democráticos y los falsos hermanos conservadores y liberales.

3. La Falange excluye por principio, sincera y absolutamente, la idea de un golpe de fuerza, que exalta a las cabezas locas, desvía de la conquista metódica de los elites, provoca violencias incontroladas, infiltraciones de la policía, maquinaciones ocultas, en fin hace estallar represiones ilimitadas. Pero podrá pedir amparo al ejército, último recurso de la nación en peligro, única habilitada de derecho a adueñarse del poder para instaurar una nueva legitimidad.

4. La restauración de la autoridad soberana, en vista o no de la restauración de la Monarquía, no debe, no puede ser la creación espontánea de un partido o de un pueblo, en el instante, levantada en contra revolución. Será, lo hemos dicho, la obra del Corazón Inmaculado de María, porque hasta misma la obra magna empezada en 1900 por la Acción francesa de Charles Maurras y tantos otros patriotas admirables, la mayoría católicos, legitimistas sin miedo ni reproche, no triunfó por falta de devoción al Corazón de Jesús y de María. Pero ella será el hermoso fruto de una maduración espiritual, intelectual y moral, magistralmente efectuada por el Padre de Nantes, es a esa obra católica y francesa que se aplicará la profecía del santo papa Pío X a los monarquistas franceses: “ esta obra triunfará.”

¡Y luego, Francia jalará al mundo!

5. Cuando Dios quiera le devolverá a Cristo, su Hijo, Nuestro Señor, su reino de antaño y lo extenderá hasta las extremidades de la tierra, más bello que nunca, reino santo, Jerusalén celeste. La Cristiandad, “única internacional realizable”, mañana, “ será el género humano”. La bandera roja, sellada con el Corazón y la Cruz de oro, símbolos de nuestra salvación, estandarte de la Falange, anuncia esta victoria en la Sangre de Cristo por la gloria del Dios de las misericordias.

6. Eso no se hará sin grandes sufrimientos, persecuciones, opresiones y guerras, pero también con grandes milagros, grandes signos en el Cielo y una ayuda visible de las legiones angelicales, de las falanges celestes, viniendo al auxilio de las naciones cristianas. Sólo basta apretar fuerte nuestro estandarte, sin sacrificar a los ídolos modernos, sin pactar con las oligarquías reinantes, sin alcanzar las masas desmoralizadas, descristianizadas. Es menester conservar y enriquecer nuestra tradición legitimista hasta que cambien los corazones y que los pueblos, aclamando a su Dios y sus reyes, restauren el orden cristiano universal.

7. Es la Iglesia que detiene las llaves del Renacimiento católico y la restauración de nuestras naciones. Lo que ella no quiere no se hace, lo que ella quiere se hará. Fuera de la Iglesia, no hay salvación, ni para Francia, ni para Europa, ni para el mundo. Pero por la Iglesia la salvación vendrá a Francia, con una facilidad milagrosa, y por Francia a las demás antiguas naciones cristianas y al mundo. Porque lo que se perdió por ellas se recobrará por ellas, según el designio de la infinita sabiduría y misericordia de nuestro Dios.