Punto 8. De las religiones y sabidurías paganas

El culto de la Palabra divina inscrita para siempre en nuestros santos libros, la fe en la Alianza nueva y eterna, prometida en el Antiguo Testamento, cumplida en el Nuevo, la vista de los milagros y misterios de gracia y de gloria, propagados por Dios en la Iglesia y todavía en la espera de la perfección, desvían al falangista de las religiones idolatras y de las filosofías excéntricas inventadas por los hombres en tiempos de ignorancia y de miseria.

1. En ello no ve verdad alguna que no esté mejor enseñada por la Iglesia, ninguna posibilidad de salvación sino oscura, insegura y que no esté mejor dada por Cristo, ningún camino que se ofrezca más abierto y más glorioso que el de la Alianza divina, definitivamente cristiana. El falangista no le muestra ningún interés a las mitologías y a las gnosis paganas, no les reconoce ningún derecho y no les atribuye ningún porvenir. Esas religiones ignoran al verdadero Dios, por ende toda sabiduría sobrenatural, la Alianza, por ende el secreto de la historia universal, la Salvación y por ende el camino de la vida eterna.

2. Cualquier paganismo debe desaparecer bajo el soplo de la predicación evangélica y ceder ante el reino de Dios. La historia muestra el estallo de todas las religiones y sabidurías paganas cuando se enfrentan las dos grandes potencias del apocalipsis, Cristo y el Anticristo: del paganismo pues no queda más que el folclore vacío de cualquier valor religioso.

3. No obstante el falangista pone sobre la balanza las dos actitudes que siempre se han empleado en la Iglesia. Una, considerando las verdades, valores y bondades de las religiones paganas, y sus ritos a veces tan humanos y tan bellos, los respeta como preparaciones anunciando el Evangelio, pero llevando necesariamente a él y debiendo ser rebasados y renegados para ceder el lugar a la Iglesia sola de Cristo. La otra, insistiendo sobre los errores y los desórdenes morales de las idolatrías tan a menudo espantosos, no quiere ver en ellos sino invenciones de Satanás, para retener a los pueblos en su esclavitud, y entonces obstáculos que despreciar y derribar para abrir el camino al Evangelio.

Consecuencia única de esas dos perspectivas: el falangista le otorgará a esas religiones y filosofías una prudente tolerancia de hecho que no retarda sino que al contrario facilita la predicación de la verdad divina y la apertura de los pueblos paganos a la civilización cristiana.

4. En cuanto al panteísmo antiguo, estoicismo occidental o sabidurías orientales, que resurge en el mundo moderno por el medio de las gnosis post-cristianas y de las disque ciencias, pretendiendo apaciguar la inquietud y saciar la curiosidad de los hombres de nuestro tiempo, el falangista lo recusa absolutamente y lo combate con todas sus fuerzas como contrario a la razón recta y a la sana filosofía, pero todavía más como una apariencia de religión, hasta un sucedáneo de redención, un regreso a la ignorancia y a las esclavitud de Satanás.